las rutilantes mordeduras
de un ejército de excavadoras.
Se alza hoy intacta la madera
prometiendo un día derruirse.
Pero los niños casi inmunes
siguen con sus juegos
de toboganes, arena y polvo que muda sin parar.
Y tú, poeta dormido, no puedes evitarlo.
Tus pantalones ceñidos ya no pitan
cuando andas entre la muchedumbre.
Tu elegancia hueca,
tu pelo raído por el humo de los coches
que murmuran al pasar
«¡juventud! ¡Juventud tumefacta!».
Si eres solo un rastro de ingenio,
¿qué podrás hacer para que
tu fortaleza no se vaya cayendo poco a poco?
Las palomas sucias de tu roca se apabullan
y rompen sus alas en las nubes.
Las gotas en fuertes emboscadas
pican los paraguas de colores
tratando de rozar el terciopelo de tu traje:
todavía ignoran que eres un lunar entre la piedra.
Huyen las familias. Mueres, otra vez solo.
Y es que, ¿cómo esperas ser rey de este parque
sin más amparo que el de la lluvia?
VIENTOS ELENITAS
Dos locos que en la noche se deslizan
con esperanza y guasa en sus pupilas,
el dj que amenaza, baila y rila,
los besos de mi Elena se cotizan.
Quevedo y un clavel para la chula,
y mayo barajando su sonrisa,
la Plaza de la Paja que improvisa,
cerveza, ron y el macho que fabula.
El soncorocosongo del mulato,
la cárcel de Fernandez de los Rios,
dos gatos con el celo de arrebato.
Por junio llega en danza mi pastora,
la suerte por los años encerrada,
gamberra, sexy, tierna y turbadora.
.