La distancia hasta nuestros  sueños no nos contuvo. Recorrimos  las  lejanías  y  doblegamos  horizontes. Porque entre  ‘esto’ y ‘eso’ tan sólo hay tiempo espacio, y  no son determinantes, son alcances.

Aquí los niños juegan donde llovió metal y pasean donde hubo campo de batalla. Coaguló la hemorragia y ya no queda herida porque donde entonces hubo sangre ahora crecen las flores. Aquí, en tu mundo, el primer mundo sin injusticias ni disparos diarios sólo hay armas escondidas bajo sangre coagulada. No oyes silbar las balas y ya no retumba tu hogar, tu familia respira primavera. Respiran, más flacos o equinoccios, de ocio o de trabajo.

Y siguen respirando ahí donde había mercados y fluían los libros. Ahí donde ahora fluye el linaje arrancado  de la gente. Ahí  respiran aun la destrucción de sus días. Ahí respiran su propia sangre pudriéndose, su familia, la tuya misma, la vida misma privada de Ella. Ahí donde había escuelas ahora se aplastan estirpes, y corre el rojo plasma por lo que queda de las calles.

Desde entonces sangre, sangre por las calles. Sangre desde entonces, y gritos, y torturas, y dolor, terror en tus hogares. Sangre. Y a tus hermanos, a tus iguales, a sus hijos, nuestros hijos, aunque se entierren en otra tierra, les cortan el cuello para que no puedan gritar.

Balas, y cañones, y tanques masacrando tus tierras, y niños acribillados. Aquí tus propios hijos con cuerpos despiezados y vacíos. Niños ciegos, nuestros niños. Desde entonces tus hijos sin piernas, los niños de tu misma patria, tus hijos sin brazos. ‘Personas que viven aquí’, y ‘personas que viven ahí’ tienen en común ‘personas que viven’. Que sienten y aman como nosotros aunque se entierren en otra tierra.  Porque Ahí todavía sueñan con la vida.

Los hombres somos africanos, misma especie todos, del mismo lugar maldito. La distancia hasta nuestros sueños y deseos no nos contuvo. Pero seguimos siendo  esos que vivían, que sentían y amaban aunque se nos entierre en otra tierra. Color y piel distintos pero iguales, fusilados, fusilables a cada día que pasa. Más días, más sangre y diferencia, más sangre en sus calles, nuestras lejanas calles.

Más días más gente indefensa que no son de otro mundo, son del tuyo y no sufren distinto. Sus carnes ahora devoradas por metralla se acumulan igual que se acumularon nuestras carnes de familiares que aun lloramos.

Pero donde entonces hubo sangre, ahora sólo puedes ver flores. Y como ya no oyes asesinos, como te parece tierra distante, de otra gente, de otra gente la agonía, como ya no escuchas a tu hijo buscando a su madre, entonces no te parece suficiente y te dejas engañar. Los hombres lloran aquí, los hombres de verdad, si no les queda familia, con anima en cuerpo. Las ciudades en ruinas, son tus caídas, tus cenizas, y el exterminio de tu raza. Raza negra, hermanos indefensos, de nuestro desierto abandonado. Sólo queda escombro de nuestras moradas y hemos sido nosotros. Nuestras bombas sobre nuestro tejado.

Aquí una tragedia el periodista color blanco secuestrado.  Ahí noventa mil tragedias de niños sirios, tus hijos, noventa  mil torturas silenciadas. Aquí, ahí el tema son invasores otra vez. En tierras lejanas. Invasores otra vez de nuestras tierras y nuestra gente traicionada por nosotros. Nuestro dinero, enemistando hermanos por más dinero.

Se vende: Guerra Civil barata y muy productiva. Se vende: a nosotros mismos abandonándonos otra vez, a nuestra propia raza, nuestros hermanos invisibles. Distante linaje negro, hogar en el desierto, que nadie quiere pero que todo el planeta se empeña por destruir.

Donde ahora retumban nuestras ciudades, donde noventa mil niños, nuestros niños, fríos e inertes, quietos para siempre, reposan sus pequeñas pestañas cubiertas de polvo y restos sin vida. Donde la carne muerta y calcinada se vuelve más negra sin importar a nuestro racismo profundo. Agujereada hasta vaciarse y ser materia hueca acumulada en las ruinas. Son más blancos los africanos que ahogamos intentando  llegar a Europa. Están más blancos que nosotros esos treinta y  seis  mil desamparados en Mar Mediterráneo.  El Mar de la Muerte, y encubridor de homicidios. Veinticinco mil en quince años.

Pero esto tampoco es suficiente.

Venid a ver los mares

de  la muerte

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver las calles
de sangre.