La vida antigua fue toda silencio.

Hoy, el Ruido triunfa y domina soberano

sobre la sensibilidad de los hombres

‘El arte de los ruidos’. Manifiesto futurista

 

Es medianoche y todo está lleno de una materia oscura. No es necesario cerrar los ojos. Los sonidos llegan de lugares lejanos: una ambulancia, un gemido, un disparo. Allí, en esa región de penumbras entre el ruido desconocido y el silencio tenso, nacen, como hijos infames de la sombra, las creaciones de la compositora Susan Campos.

¿Compositora? A su manera. Más cercana a la «performance» que a esa idea hegemónica del «genio virtuoso» —además, hombre blanco y de aires europeos—, el trabajo musical de Susan Campos se caracteriza por transitar, sin visa ni pasaporte, por las fronteras entre las disciplinas artísticas.

Con motivo del lanzamiento de su más reciente proyecto,, Minimal Umbra (2016, Irreverence Group Music), Susan nos concedió una entrevista. Este álbum es  una colaboración entre artistas visuales, intérpretes, poetas y artistas sonoros alrededor de investigaciones artísticas realizadas por la autora. Seis piezas unidas por el hilo de luz que se resiste a desaparecer detrás de los cuerpos opacos que son sus composiciones.

El disco comienza su viaje por «Sphinx», una pieza inspirada en el minimalismo, llena de abandono y desesperanza, grabada por el pianista colombiano residente en NYC Julián de la Chica; también aparecen «Gemido», un remix lleno de ruidos realizado por el artista sonoro costarricense Alejandro Sánchez Núñez sobre la Butoh Meditations N.5 realizadas por la compositora. Y quizás una de las piezas más poderosas, por su atmósfera de insoportable tensión: «Medea devorando a Orfeo», composición realizada por la autora para la película «Medea», de la directora costarricense Alexandra Latishev.

El disco Minimal Umbra (2016) es un asomo por un espejo negro. Como los mexicas, que usaban los espejos de obsidiana para entrar en ese umbral de visiones secretas, este disco refleja paisajes con esfinges, mitos, ruidos y lugares desolados que nos invitan a levitar por la materia oscura, infinita, de nuestro interior, tal como muestra la portada, elaborada por el artista costarricense Daniel Ellis.

Portada de Minimal Umbra a cargo del artista costarricense Daniel Ellis.

Portada de Minimal Umbra a cargo del artista costarricense Daniel Ellis.

Si alumbramos las sombras, ¿qué veríamos ahí? Nada. Las sombras existen para no ser iluminadas, para permanecer en ese lugar incompatible y negado del espacio —físico o mental— que nos tienta al misterio, a la oscuridad, y hasta a la muerte. Como lo afirma Junichiro Tanizaki (1886-1965), referente fundamental en la obra de esta compositora, «lo esencial está en captar el enigma de la sombra». Y la música de Susan Campos nos invita a aceptar que lo que habita en las sombras no se mira, se escucha.

«La exploración de Minimal Umbra es completamente a solas. Con una misma» afirma Susan. Esta artista y académica accedió a confesarnos durante la entrevista que en sus búsquedas para volver a lo oscuro, volver al cuerpo, volver a lo curvo, se ha topado con varios monstruos: procesos personales de transformación, reflexiones sobre la muerte, incomprensión. Pero también con una pregunta que considera urgente: ¿cómo hacer investigación en un proceso de composición musical?

Parte de la innovación de este material es que no se presenta como una «obra concluida». Al plantear el trabajo de composición musical como una investigación, las preguntas que guían el proceso siguen vivas. Como dice Susan: «Yo me di cuenta de que después de Minimal Aggression (2015) muchas preguntas quedaban abiertas. Entonces por eso decidí trabajar Minimal Umbra como un proyecto experimental. Seguir explorando las mismas preguntas con obras nuevas que fueran alimentando el proyecto, para que el proyecto siga creciendo».

Hay dos palabras que Susan Campos utiliza constantemente en sus frases: disruptivo y rigor. Pueden parecer a primera vista opuestas y contradictorias. Una introduce un cambio súbito en algo, y la otra sigue con firmeza y precisión un camino. Pero es justamente lo que le da fuerza vital al trabajo de esta creadora sonora. Y son, precisamente, los dos puntos de tensión que amarran el proyecto «Composer Lab» del sello discográfico Irreverence Group Music. Se puede ser disruptivo, crítico, irreverente, sí; pero con el rigor y el orden de la investigación artística.

Gemido | Butoh Meditations No. 5 | Music by Susan Campos Fonseca from Irreverence Group Music on Vimeo(Gemido fue escogida por el curador italiano Raffaele Pezzella como una obra destacada del 2016 en su selección Differences-visions of contemporary compositions)

 

El minimalismo como ejercicio ascético

«¿Cómo puedo expresar el máximo posible con el mínimo de recursos? ¿Hasta dónde puedo restringirme sin perder el concepto que llevo?», se pregunta Susan. El minimalismo es una estética de lo primario, de lo elemental. Es la búsqueda por despojarse de lo sobrante, de lo que no es necesario. Como en un microrrelato, busca decir mucho con poco.

En el trabajo de Susan Campos el minimalismo representa dos frentes de lucha: uno contra el ego propio, contra el «virtuosismo de pavo real» que reina en el mundo de la composición. Confiada en sí misma, y salpicada de furia, no teme afirmar: «Yo puedo hacer algo con la misma profundidad, reduciendo al mínimo los recursos. Pero mi obra va a decir más con los mínimos recursos, que la tuya con toda la exhibición de pavo real».

La relación mujer-cuerpo-tecnología está empoderando nuevos movimientos de activismo político para confrontar«el sistema patriarcal de la composición»

 

El otro frente de lucha es el activismo feminista en el mundo de la música. Las creadoras sonoras en América Latina están conquistando espacios (ver el compilado Feminoise Latinoamerica) y dinamitando mitos a un ritmo furioso. Susan está presente ahí, no como una reportera de guerra que documenta todo al lado del camino, sino como un punto de referencia fundamental en la creación sonora latinoamericana:

Estoy viendo cómo todas estas chicas, con todo su enojo, su furia, su resentimiento, están tratando de romper con todo eso, de rebelarse. Y cómo sus cuerpo no temen tener violencia, en su manera de hablar, violencia en sus performances. Cómo el resentimiento, el enojo pueden transformar el cuerpo y la performatividad, las ideas y la construcción de las obras. Cambiar el discursito este de que porque somos mujeres no nos dan pelota y ahora estamos haciendo esto. Quitar un poco esa idea de la invisibilidad, que en un momento fue importante, pero creo que hay un estereotipo de que siempre que se habla con una mujer, hay que preguntarle por eso.

El objetivo es debilitar lo que Susan llama «el sistema patriarcal de la composición». Y no es tan simple como solo decir que hay más hombres que mujeres, sino que existen mitos y prácticas alrededor del canon de la composición que excluyen abiertamente a las mujeres, negando el papel de éstas en la historia de la creación musical, y marginándolas abiertamente, hasta hace no muy poco, de las escuelas de composición. En opinión de Susan, la relación mujer-cuerpo-tecnología está empoderando nuevos movimientos de activismo político para confrontar, de frente, todo ese sistema de vanidad masculina que reina en la composición académica.

Susan Campos Fonseca grabando "Desierto" en El Sótano (Amón Solar, Costa Rica).” Fotografía de Bernal Chavez, LES.

Susan Campos Fonseca grabando «Desierto» en El Sótano (Amón Solar, Costa Rica).” Fotografía de Bernal Chavez, LES.

 

Ni centro, ni periferia: hacer vivir al arquetipo en el presente

No podría decir que el trabajo de Susan Campos tiene «una» sola raíz. Nació en Turrialba, en la periferia del Valle Central costarricense. Hizo sus estudios superiores en España. Ganó el premio de musicología «Casa de las Américas» en 2012, y posee redes de trabajo en Nueva York, Guayaquil, Chicago, San Cristóbal de las Casas y Berlín, entre otros lugares. Con un espíritu anti-nacionalista, su obra busca ser tan válida en su ciudad natal como en cualquier ciudad del mundo. Susan no quiere ser reconocida como una «compositora centroamericana»; es ciudadana del mundo.

Uno de los muros que se deberían derrumbar es ese lugar pasivo y «de artesanía» que el mercado ha otorgado a lo latinoamericano

Muchos tal vez se alarmen ante tal declaración, e intentarán arrojar la primera piedra. La afirmación de lo latinoamericano y la búsqueda de una raíz —a veces precolonial, a veces popular— es un símbolo que muchas y muchos artistas latinoamericanos usan en sus creaciones. Estas búsquedas han recurrido inclusive al material etnográfico como disparador.

Uno de los muros que se deberían derrumbar es ese lugar pasivo y «de artesanía» que el mercado ha otorgado a lo latinoamericano. Hoy, para que un artista latinoamericano sea reconocido en los mercados globales del arte, debe poder decir «desde aquí hablo yo».  Recuperar mitos, tradiciones, culturas ancestrales y populares son algunos de los giros que buscan los artistas para ser legitimados. «Y yo me pregunto: ¿por qué? Ya cuando empiezas a trabajar con sellos discográficos, te das cuenta de que es el mismo mercado el que impone esos criterios de legitimidad. Es interesante. ¿Por qué otras personas no lo necesitan para crear un lenguaje propio?», concluye Susan.

Para exorcizarse de nacionalismos y regionalismos, esta artista prefiere preguntarse cómo revisar de una manera innovadora todos esos arquetipos de lo latinoamericano. Concluye que en un proyecto su carga simbólica se ve amplificada cuando se coloca en una situación determinada que lo enriquece. ¿Cómo se puede hacer eso? Veamos un ejemplo que mencionó la compositora en la entrevista:

El año pasado tuve un concierto en Chiapas. Era un concierto en una ciudad que ha sido emblemática, que tiene que ver con el pensamiento revolucionario actual, y el movimiento zapatista. El concierto lo dimos en una antigua casa colonial, que hoy es un museo etnográfico, y se llama “Na Bolom”. El concierto lo hacíamos en una capilla del siglo XVI ubicada en la casa.

Cada una de las elecciones que hicimos tenía un sentido. Toqué con dos músicos mexicanos. Quería dialogar con lo que es la situación de Chiapas —el zapatismo, las mujeres indígenas— para ver cómo aumenta la carga simbólica de un proyecto en la situación. Y en qué medida bebés de eso, conectás con eso. Y estás en tu tiempo: sí, yo soy latinoamericana; sí, San Cristóbal de las Casas está en México; sí, el zapatismo es un movimiento revolucionario. Incluso empezamos con un paisaje sonoro de las calles de Chiapas. Está la ciudad ahí, pensé, entonces vamos a pensar desde esa diversidad, tocando música minimalista, pero le metemos un toque de rock y punk. Y la obra cambió completamente.

«Necesitamos instrumentistas capaces de pensar y estar a la altura de su tiempo. (…) Serán acusados de herejes, sí, pero les invito a la herejía» (Susan Campos)

 

¿Qué sigue?

Susan Campos es impredeciblemente productiva. Cada vez que uno dialoga con ella saca de su costal nuevos proyectos, piezas e investigaciones que dan cuenta de su personalidad inquieta y de su galope tenaz. Dan ganas de seguirle la pista.

En el mundo del arte existe una idea errónea del éxito. Para alcanzarlo parece que solo se tiene que tener un buen discurso, haberse leído los libros adecuados, ir a la fiesta acertada, tener los contactos que se deberían tener, y salir en la foto. Como afirma esta compositora, «el verdadero éxito para un artista debería ser cuando alguien que no te conoce de nada y a quien no le debes nada, ni te debe nada a ti, encuentra tu obra y dice: Esto es de lo mejor que he escuchado. Y te contacta».

La lucha creativa de Susan es una invitación a mirarnos desde lo oscuro, lo curvo, lo asfixiante. Es un reto que nos lanza para estar a la altura de nuestros tiempos: «Lo que necesitamos son instrumentistas capaces de pensar y estar a la altura de su tiempo. No solo “entretenedores” y gente ansiosa por “aparecer en la foto”. Serán acusados de herejes, sí, pero les invito a la herejía».

Su música es una artillería de sonidos, llena de atmósferas densas y melodías asfixiantes; sus composiciones quizás perforen la susceptibilidad de muchos oyentes. Pero como sostenía el artista japonés Merzbow, «si por ruido nos referimos a un sonido incómodo, entonces la música pop es ruido para mí».