Nunca creí que fuera a escribir un artículo sobre Bill Murray. Pero el otro día un amigo me llamó y me dijo: «Oye, ¿qué haces mañana por la tarde? Los editores de Bandaàparte me han llamado para ver si quería charlar un rato con ellos y con Marta Jiménez, la autora de Yo, Bill Murray. Pero no puedo. Les he dicho que quizás te animabas. Además, tú tenías esa historia rara con Bill, ¿no?» Pues bien, sin haberme leído el libro todavía pero con mucha simpatía hacia esta editorial murrayniana que hace lo que le da la gana, me planté en una cafetería del centro para hablar con ellos.

«He sido mucho más libre al escribir el libro por el hecho de no haber conocido a Bill Murray. Me ha encantado trabajar fantaseando alrededor de su figura», dice la autora después de confesarme que no ha intentado ponerse en contacto con Murray porque, después de leerse más de 1.200 artículos y libros sobre él, ha llegado a la conclusión de que eso es algo que roza lo imposible. Esta dificultad de ponerse en contacto con Bill es algo que se menciona bastante en el libro, ya que no son pocos los productores y directores que han querido contar con él para un papel y han tenido que sufrir de ansiedad por no tener noticias de él en meses —esto le ocurrió a la mismísima Sofia Coppola, aunque al menos ella tuvo suerte y finalmente sí apareció en Tokio el primer día de rodaje de Lost in Translation—.

Este libro es el primero de la serie Personajes, donde la editorial Bandaàparte publicará retratos de personas que bailan entre la realidad y la ficción

Yo, Bill Murray es el resultado de la larga investigación de Marta Jiménez durante los dos últimos años. La autora ha conseguido darle forma a esas miles de anécdotas que se cuentan del actor dentro y fuera de la pantalla, con el fin de reconstruir las mil caras de este icono a quien el Telegraph considera «una Marina Abramovic para hispters borrachos». Todo empieza cuando hace unos años, los editores de Bandaàparte, Antonio de Egipto y Marga Suárez, se proponen abrir una nueva línea editorial llamada Personajes, donde a partir de ahora publicarán retratos de personas que bailan entre la realidad y la ficción, entre la vida y el arte. Y no había mejor personaje que Bill Murray para empezarla, precisamente porque «cuando la crítica acusa al actor norteamericano de no actuar y de hacer de él mismo, este suele decir que ser uno mismo es algo complicadísimo».

Bill Murray interpretando a Steve Zissou en Life Aquatic (2004, Wes Anderson).

Bill Murray interpretando a Steve Zissou en Life Aquatic (2004, Wes Anderson).

Entonces me pregunto, ¿es Bill Murray como Steve Zissou, o es Steve Zissou, en realidad, Bill Murray? Probablemente las dos. Y lo mismo ocurre con Don Johnston, Mr. Bishop o Phil Connors. No sabemos cuánto hay de uno en el otro, pero lo que podemos tener claro es que sus personajes de ficción (o no) van alterando a la persona real y viceversa, como una pescadilla que se muerde la cola. El libro Yo, Bill Murray nos hace entender cómo consigue conectar con tantas personas a través de la identificación con sus personajes. A lo largo de sus páginas descubrimos que la razón por la que Bill se ha convertido en un hombre entrañable en el mundo entero es porque ha sabido empatizar con la gente corriente en muchos estados de ánimo diferentes. No se avergüenza de desvelar sus debilidades y a la vez se muestra seguro de las decisiones que acaba tomando (o de las patatas fritas que acaba robando).

Javier García Herrero y Paco Tuercas muestran a Bill en sus años mozos, en películas como El pelotón chiflado (1981) y Los cazafantasmas (1984) de Ivan Reitman.

Javier García Herrero y Paco Tuercas muestran a Bill en sus años mozos, en películas como El pelotón chiflado (1981) y Los cazafantasmas (1984) de Ivan Reitman.

«Cuando ya tenía toda la base de datos hecha me obsesioné mucho con la estructura. Trabajé durante meses con mapas de ideas y llegué a la conclusión de que dividirlo en tres actos era la opción más acertada», me cuenta Marta. Los tres actos representan distintas facetas y etapas de Murray: 1. Personaje Bill Murray; 2. El show de Murray; 3. La estrella hípster. «Quería que la actitud del libro representase al propio Murray, es decir, que al leerlo se transmitiese esa actitud personal y divertida que le caracteriza». Y esto lo consigue, por ejemplo, a través de pequeñas divagaciones que rompen un poco la lectura, como si se tratase de una conversación que alguien (en este caso el propio Bill) interrumpe con un chiste. A esto la autora le ha llamado los Momentos Murray, que cuentan anécdotas divertidísimas sobre el actor haciendo de las suyas. «¿Y con cuál te has reído más?», le pregunto. «Creo que con la del taxista-saxofonista en Los Ángeles. Después de charlar un rato con él, Murray descubre que toca el saxo y que además lo tiene en el maletero, así que le obliga a tocar mientras él mismo se pone al volante».

La risa y la incredulidad atraviesan las páginas de este libro, y poco a poco voy entendiendo que Bill Murray es un canto a la libertad o, como poco, una actitud ante la vida. Es alguien que hace las cosas sin esperar ninguna aprobación a cambio, ni siquiera la fama —aunque es cierto que, si ya la tienes, todo es más fácil—. Cuando se coló en el funeral de Elvis Presley o cuando se acercó a Andy Warhol en una fiesta en el metro de Nueva York para decirle que le encantaba su sopa Campbell, no lo hacía para tener visitas en Youtube o contarlo en sus redes (que, por cierto, ni él tiene ahora ni existían por aquel entonces). Lo hacía porque sí, para sí mismo, sin pensárselo dos veces. Y leyendo anécdotas como la titulada Lost in Bali me doy cuenta de que es una persona que posee un don universal más allá del idioma y la cultura. Me refiero a la historia que el actor y director Harold Ramis le contó a The New Yorker, cuando Bill se perdió en un pueblo del interior de la isla, donde probablemente nadie le conocía, y acabó haciendo un espectáculo improvisado para sus habitantes sin intercambiar una sola palabra en el mismo idioma.

La autora nos regala una serie de personajes que Bill podría haber interpretado —como Forrest Gump, Han Solo, Willy Wonka o Batman— pero al final no pudo, o no quiso

El hecho de que el texto se acompañe de ilustraciones de diferentes autores españoles convierte este libro en algo único. Llama la atención en la librería no sólo por el título sino por la ilustración de Pedro Peinado (miembro del equipo Bandaàparte) que repite la cara de Bill Murray tantas veces como versiones de Bill hay en cada uno de nosotros. Además, el concepto de ilustración cumple con esa intención de no acercarse demasiado al Bill Murray más real. No hay fotos, no hay entrevistas de primera mano al actor: todo es relatado y, aunque la autora me jura como buena periodista que ha verificado hasta la última fuente, las historias sobre Bill siempre pueden ser ciertas, o no.

Parecía que lo sabíamos ya todo sobre Bill en la primera parte del libro, sobre sus inicios en Saturday Night Live, sus éxitos y fracasos en lo público y lo privado, los días cazando fantasmas y rompiendo flores… pero no. La autora nos regala algo más para la imaginación: una serie de personajes que Bill podría haber interpretado —como Forrest Gump, Han Solo, Willy Wonka o Batman— pero al final no pudo, o no quiso («Es extremadamente poderoso decir que no», suele decir Bill con orgullo). Curiosamente, a lo largo del libro se menciona a Tom Hanks por diversos motivos y coincidencias, pero la última conexión entre los dos actores se ha dado estas semanas con la comentadísima foto de ¿es Bill Murray o Tom Hanks? Como nadie lo resolvía, Tom Hanks tuvo hablar de ello en un programa de televisión: «Yo no soy el de la foto. Además, he estado haciendo una mala interpretación de Bill Murray durante la mayor parte de mi carrera». También se divierte la autora imaginando a Bill en papeles que nunca se le plantearon, pero con los que ella ha soñado, como La gran belleza de Sorrentino (2013) o Cómo ser John Malkovich de Spike Jonze.

A la izquierda, la ilustración de Pedro Peinado sobre el posible papel de Bill Murray interpretando a Forrest Gump. A la derecha, Murray y sus Flores rotas, dibujado por Lucía Hidalgo.

A la izquierda, la ilustración de Pedro Peinado sobre el posible papel de Bill Murray interpretando a Forrest Gump. A la derecha, Murray y sus Flores rotas, dibujado por Lucía Hidalgo.

Una de las partes más sorprendentes del libro es cuando la autora se deleita en la faceta más zen y espiritual del actor. Quizás aquí radica gran parte de su fama. «El mundo es el recreo de Bill Murray. Un lugar que el actor parece no aceptar tal y como es, por eso le intenta inyectar algo de vida», escribe Marta Jiménez. Hay algo profundo en la actitud de Murray que viene, en parte, del místico armenio George Ivánovich Gurdjíeff, cuya filosofía integra a través de diversos métodos el mundo exterior e interior para estar más equilibrado. Esta puede ser la razón de esa cara de paz y tranquilidad cool que siempre parece tener el tío Bill. Aunque estés al borde de la depresión, siempre hay algo de ironía que te puede arrancar una sonrisa. Así que cuando dudes qué hacer, piensa, ¿qué haría Bill en tu lugar? ¿Invitar a todo el bar a chupitos? ¿Sacar a esa chica a bailar? ¿Aparecer con un atuendo horroroso pero convertirte en el alma de la fiesta? Y ya verás, lo tendrás todo más claro.

Jim Jarmusch: «Trabajar con Murray es como intentar captar la atención de un niño»

«Si puedes hacer que tu trabajo se adapte a tus ideales, al modo en que vives tu vida, entonces es genial, es lo ideal», dice Murray en esta cita rescatada en el libro. Quizás por eso se ha hecho tan amigo del director Wes Anderson, de quien el propio Murray dice que nos da a todos una lección con esa actitud de «haz lo que amas, conviértelo en tu forma de vida, y comparte tu amor con el mundo». Es fácil decirlo, pero hacerlo, no tanto. El encuentro entre Murray y Anderson lo describe la autora como «un orgasmo indie» y, para el disfrute de los lectores, el capítulo «Cuando Anderson encontró a Murray» desgrana esta gran historia de amor cinéfila. Marta Jiménez también analiza su relación con el otro gurú del cine indie de sabor europeo, Jim Jarmusch: «Director y actor tienen algo en común: aspirar a tener libertad para crear y que nadie les diga lo que tienen que hacer». Jim Jarmusch, en una entrevista mencionada en el libro, dice que «trabajar con Murray es como intentar captar la atención de un niño. Si estás coloreando y le invitas a participar, no suele estar interesado. Pero si te sientas y lo ignoras él vendrá a decirte: “¿Qué haces?” “¿Estoy coloreando” “Oh, ¿puedo colorear?”»

Bill Murray dando la nota en Cannes, en el estreno de Moonrise Kingdom (2012, Wes Anderson).

Bill Murray dando la nota en Cannes, en el estreno de Moonrise Kingdom (2012, Wes Anderson).

Al final de la conversación con la autora y los editores, un chico bajito, con tatuajes y barba desaliñada, se nos acerca a la mesa y dice señalando al libro que teníamos encima de la mesa: «¿Le puedo hacer una foto? Es que un amigo mío es súper fan. Pero súper fan, ¿eh? Dice que no hay actor mejor que él. Y no sé lo va a creer cuando le mande la foto de este libro». Como yo era la única que no tenía nada que ver con el libro, me sentí obligada a darles crédito y dije con ilusión: «¡Pues ella es la autora, y ellos los editores!» «¿Ah, sí?», dice el joven sin alzar la vista del móvil, mientras busca un buen encuadre para poder mandársela cuanto antes a su amigo. Todos nos quedamos con esa cara de póker que pone Bill Murray cuando está en pijama en el sofá de su casa. Supongo que importa tanto lo que representa como lo que realmente es.

Además de plantearte cuestiones profundas como la capacidad de actuar libremente o ir en contra de las convenciones sociales, este libro ayuda a saber qué significa Bill Murray para ti, haciéndote pasar por una especie de introspección psicoanálítica. Es como el susurro al final de Lost in Translation, el gran enigma del cine indie de los últimos años. ¿Qué le dice al oído Bill a Scarlett después de ese abrazo [spoiler]? Pues le dice lo que tú quieras que le diga, y tiene el significado que tú le des. Esa incógnita apela a tus más íntimos deseos, te lleva a lugares que solo tú conoces, porque te lo estás inventando con tu propio imaginario.

O quizás le dijo a la joven Scarlett… «nadie te va a creer cuando cuentes esto»

 


Banda sonora para leer el libro, recomendada por Marta Jiménez: