Manuel Monereo, licenciado en Ciencias Políticas, es militante comunista, fundador de IU, de Socialismo XXI, del Frente Cívico y miembro del Consejo Federal de IU, lo que le convierte en innegable memoria viva de las luchas políticas y sociales del postfranquismo hasta la actualidad. Pedro González de Molina tuvo la oportunidad de charlar con él en su casa del popular barrio madrileño de Usera, llena de recuerdos tras décadas en la primera fila de la política. Compartimos con vosotros la conversación que mantuvieron.

¿Cómo ve la situación de España actualmente?

El primer rasgo destacable es que hay una crisis evidente del sistema de partidos, aunque no sabemos qué profundidad va a tener, ni cuánto va a durar, ni cuáles van a ser los cambios. El segundo es que hay una crisis económica y social mucho más profunda, que está poniendo en cuestión lo que hemos conocido como el régimen constitucional del 78.

Este conflicto ha hecho que los poderes económicos básicos (lo que se entiende por oligarquía del país), en alianza con las instituciones de la UE, hayan aprovechado la crisis para cambiar el modelo social y así acabar con los derechos sociales y sindicales para disminuir el poder de los trabajadores en la sociedad. Este cambio funciona y es lo que hay detrás de todo lo que estamos viendo. Es decir, un golpe de Estado —no diré incruento porque ha tenido muchas víctimas— sin tanques, organizado por el capital financiero contra los trabajadores. Este conflicto es, creo, lo que hay detrás de una especie de insubordinación de la sociedad española y que produce la crisis en el sistema de partidos.

 

¿Qué impacto crees que ha tenido la implementación del modelo postfordista de producción y las medidas neoliberales en los partidos de izquierdas, que han heredado la estructura organizativa marxista-leninista del siglo XX?

Es evidente que la forma partido de masas es en el fondo lo que hemos heredado incluso los partidos comunistas del sur de Europa, no muy diferentes de los partidos socialdemócratas de entreguerras o de la posguerra en Alemania y otros países. Es decir, la relación entre sección o célula de empresa, sindicato y barrio obrero —que era el que fundamentaba toda la actividad del trabajador fordista, obrero-masa, y que había sido la figura predominante hasta casi los años 70 —ha mutado profundamente. Se ha producido una desintegración de las capas trabajadoras, junto con una profunda crisis generacional que a mi juicio no se ha estudiado bien. Los hijos de esos trabajadores se han pensado a sí mismos como clases medias con estudios, con capacidad de cumplir un papel en la sociedad como capas medias, pero que en realidad se ven en un proceso de proletarización llamado ahora precariado. Todo esto ha puesto en cuestión la vieja forma partido, y nos obliga a encontrar otra nueva fórmula que aglutine todas esas formas sociales, que le dé coherencia y que lo traduzca en política.

 

Existe un sector de la izquierda a la izquierda del PSOE que responsabiliza al proceso de la Transición de los problemas actuales, como si la Constitución del 78 fuese el pecado original. Sin embargo los países de nuestro entorno, siendo tanto monarquías parlamentarias o repúblicas, tienen problemas similares. ¿Cree que esta lectura sobre la Transición es correcta?

En España tenemos una tendencia a pegar bandazos. Una cosa es el cuento de la Transición, que era un cuento muchas veces hasta para niños, y la otra es la otra idea de que la Transición había traicionado una especie de revolución pendiente. Ninguna de las dos cosas es verdad: la Transición fue un pacto, unos dicen entre fortalezas y otros entre debilidades. Fue un pacto entre la burguesía del Régimen y las fuerzas democráticas sobre diversos temas y problemas.

Sin embargo, para mí es evidente que las fuerzas de izquierdas, aglutinadas en el PCE, no tuvieron fuerza suficiente para hacer una ruptura democrática. Lo que hizo el PCE en un momento determinado fue cambiar de bando, aceptar y pactar la reforma con el Régimen. ¿Había otras opciones o alternativas? Eso es un contrafáctico, nunca se sabrá.

A mi modo de ver, esa es la crítica que habría que hacerle al PCE en la Transición. El PCE no estaba equivocado en lo grueso, sino que le costó mucho asumir que no tenía la fuerza suficiente para doblarle el espinazo a las fuerzas del sistema franquista, que tarde o temprano tenía que pactar con él. Lo que pasa es que como lo hizo en cuestión de meses, se puede decir que perdió muchos principios en el camino. Lo diré de otra manera, el análisis de la Transición que el PCE hacía de la realidad era muy realista en la etapa final, lo que ocurrió fue que terminó legitimando como ruptura lo que no fue una ruptura. Esto no significa que el Régimen fuese una estupidez, ni que la democracia en España no haya tenido ventajas para los trabajadores: esto son barbaridades que se dicen fruto de la incapacidad de comprender lo que había en esos años.

Hoy estamos viviendo la crisis del Régimen del 78 no porque las masas y la izquierda lo hayan superado, sino porque los propios poderes económicos han puesto el Régimen en situación de crisis. Por consiguiente, no es que el Régimen del 78 haya sido rebasado por la izquierda en un movimiento incontenible por la transformación social. No, es más simple. Los poderes que pactaron la Transición han llegado a la conclusión de que esta democracia ya no les sirve, que los trabajadores tienen demasiados derechos, y que la fiesta que organizaron durante la burbuja inmobiliaria la tienen que pagar los de abajo.

Europa ha pasado de ser la solución al problema, donde están siendo desmanteladas todas aquellas características que teóricamente la Unión Europea iba a resolver

Podemos afirmar por tanto que la ruptura de los consensos de la Transición se produce por la creciente influencia de estos poderes en la política y que el 15M viene a poner en cuestión el giro neoliberal de Zapatero impuesto por la Troika, y el relato «oficial» de la Transición. ¿Qué características ve en este nuevo ciclo político?

Como siempre en política, estos ciclos tienen diversas salidas y no necesariamente convergentes. Gramsci solía decir ante situaciones como esta que la dialéctica restauración-ruptura funciona en todo momento y permanentemente, es decir, todo momento de ruptura tiene un momento de restauración o puede tenerlo, y viceversa.

Creo que hay dos grandes movimientos en el país que están luchando con una fuerte desigualdad de fuerzas. Hay un movimiento de restauración oligárquica, borbónica, que representa este Rey y que representa estos movimientos que estamos viendo delante de nosotros. Hay, a su vez, un movimiento de ruptura democrática, que tiene que ver con un cambio de Régimen en un sentido democrático, y si se quiere, hasta republicano. Esa es la lucha clave que para mí estamos teniendo. Lo cual no significa que todos los contendientes sean conscientes de esa lucha, ni que esa lucha tenga ya determinado cuál es su final. Estamos en plena batalla política, y esta batalla va a determinar el futuro del país en otros 20 años.

 

Hay un elemento fundamental del que sueles hablar con frecuencia para pintar este cuadro. Hemos visto una deriva de la UE que difiere bastante con los principios que impulsaron la CECA y posteriormente la CEE, donde se buscaba generalizar un modelo social europeo puesto en cuestión en la actualidad. ¿Qué papel crees que juega la UE en todo este proceso y en especial frente a España y Grecia?

Nada de este golpe de Estado financiero organizado por los poderes económicos en España contra la Constitución del 78 se podría haber realizado sin las instituciones europeas. Europa ha pasado de ser la solución al problema, donde están siendo desmanteladas todas aquellas características que teóricamente la Unión Europea iba a resolver. Es decir, se está destruyendo el Estado social de manera duradera y sistemática acabando con las prestaciones públicas y todo lo que tiene que ver con aspectos sustanciales del bienestar, desde la salud a las pensiones. Se destruye el poder de los sindicatos, una fuerza fundamental para entender estos cambios y del sindicalismo de clase. Y por último está siendo desmantelada la base social, es decir, los derechos de los trabajadores individuales y colectivos. Todo eso conforma una enorme regresión, que a mi juicio es civilizatoria.

Pero el dato más fuerte y más dramático, es que este modelo de Europa, como dijimos muchos cuando discutíamos sobre Maastricht, solo divide a Europa entre un Norte cada vez más rico y poderoso, que ejerce su papel hegemónico, y un Sur con cada vez menos derechos sociales, para mí en transición al subdesarrollo. El Sur se ha convertido en un gran protectorado de los grandes poderes económicos de Alemania.

El problema de fondo es que una salida democrática a la crisis en España obliga a replantearse cuál es el futuro de la UE y cambiarlo. Yo creo que aquí Syriza es la que está haciendo de puente, está demostrando qué grado o posibilidad tiene esta Europa de ser reformada desde dentro, o si tendremos que plantearnos una nueva Europa y salir de esta.

Lo que Podemos es hoy es lo que debería de haber sido, en gran parte, IU.

 

Boaventura de Sousa Santos escribió en varios de sus artículos que lo que ha permitido, y permite la aplicación de las contrarreformas estructurales en Europa, saltándose los parlamentos nacionales, ha sido la estructura de la UE configurada con los últimos tratados como el de Lisboa o el de Niza. Usted ha comentado alguna vez que parece que estamos viviendo la etapa previa de la Revolución francesa, la «revolución de los notables», contra la subida de impuestos que planteaba la Monarquía para ser salvada de la ruina.

Volviendo a España, ¿cree que la izquierda española ha estado a la altura de las circunstancias, o cree que se ha quedado coja a la hora de recoger ese descontento?

Si en esa izquierda metemos, y tengo muchas dudas pero no quiero entrar en polémicas, al PSOE, quizá el dato más relevante es que en España esta involución quien la organiza y la define al final es el PSOE. Y nada explica mejor eso que la reforma del artículo 135. De golpe y porrazo, Zapatero se convierte en el primero de la clase, el que da garantías que nadie le pedía e inicia el período de regresión que pone en peligro las conquistas históricas y al propio PSOE.

El problema de IU es que analizó correctamente las cuestiones principales, pero no tuvo la capacidad de autorreformarse. Es decir, para la nueva fase política, IU debía haber hecho lo que decía que se tenía que hacer. Las palabras eran refundación o renovación, cosas que IU decía que iba a hacer desde hace 10 años y que nunca ha hecho. En gran parte el surgimiento de Podemos se debe a los déficits que tenía, y tiene, IU. Lo que Podemos es hoy es lo que debería de haber sido, en gran parte, IU. Si IU hubiera conseguido realizar sus reformas, seguramente hubiera sido el auténtico reflejo de Syriza e IU podría haber sido una fuerza de gobierno, con capacidad de generar políticas para las mayorías, y plantearse en serio la cuestión del poder. El problema de IU es que prefirió repartirse las ganancias previsibles del resultado electoral, sin aprovechar la crisis para reformarse sustancialmente y convertirse en el contenedor de un proyecto que fuera mucho más allá de lo que es IU. Esa oportunidad se perdió y lo estamos pagando ahora. ¿Cómo? Estando en una posición defensiva y viendo cómo otra fuerza política crece y se desarrolla en parte de nuestro electorado.

 

¿Qué papel cree que ha jugado la socialdemocracia en Europa?

Vivimos en una paradoja donde todas las fuerzas de izquierda defienden un programa socialdemócrata y la socialdemocracia no es ya socialdemócrata. Es una especie de esquizofrenia donde la socialdemocracia está haciendo políticas de derechas, siendo, además, algo así como la alumna aventajada. Ejemplos de ello son Grecia o Francia donde, cuando la izquierda llegó al poder, implementó las políticas de derechas que los partidos conservadores no pudieron realizar.

Por otro lado, en la izquierda, donde no somos socialdemócratas, defendemos un programa socialdemócrata. ¿Qué quiere decir esto? Que vivimos una contradicción del siguiente tenor: como el capitalismo actual es muy poco reformable, cualquier pequeño cambio tiene un carácter transformador; pero por otro lado, una vez que llegas al Gobierno te encuentras que los límites que tienen los gobiernos dentro de la UE para hacer políticas de izquierdas son muy estrechos. La contradicción de la izquierda es que es muy fácil construir un programa socialdemócrata avanzado, muy asumible y razonable pero que, cuando llegas al Gobierno, la UE convierte ese plan razonable en un programa ultrarrevolucionario.

La socialdemocracia se ha quedado a un lado porque se ha puesto de espaldas a los pueblos y ha aceptado la política de la derecha. ¿Eso qué significa en España? La decadencia del PSOE. Si lo analizamos bien, el PSOE ha sido el partido del Régimen, y si el Régimen entra en crisis también lo hace el PSOE, como estamos viendo.

 

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