Me siento a escribir estas líneas en mi cuarto en París, ciudad que una vez más llama la atención del mundo. Esta vez el motivo no es una tragedia sino un evento que a muchos les provoca esperanza. Desde el 31 de marzo de 2016, diferentes personas, colectivos y grupos sociales se reúnen cada día a las 18 horas para participar en la Nuit Debout (noche despierta, de pie, erguida).
Hoy se cumplen diecinueve días de la ocupación de la Place de la République, en cuyo centro se encuentra la estatua de La República francesa. République se ha convertido en los últimos años en el lugar donde terminan las grandes manifestaciones francesas. Hoy es 50 de marzo; ya han pasado diecinueve noches desde que los franceses decidieron quedarse despiertos para expresar su descontento.
En los medios de comunicación y en las redes sociales, las primeras noticias comparaban este movimiento con las primaveras árabes, la plaza de Tahrir en Egipto, con Occupy Wall Street y con los indignados de la Puerta del Sol en Madrid. No es extraño entonces que muchas personas que han participado en este tipo de fenómenos en distintas partes del mundo también lo estén haciendo ahora, directa o indirectamente, en la Nuit Debout. Por ejemplo, el 5 de abril intervino en la Asamblea General Miguel Urbán, eurodiputado de Podemos, quien no se ahorró las comparaciones con el 15M.
A nivel local se hace mucha referencia al mayo del 68 y también a la Commune de 1871, las dos grandes revueltas que moldearon el devenir político y permanecen muy presentes en el imaginario francés después de la toma de la Bastilla en 1789.
Las comparaciones constantes con otros movimientos, sin embargo, pueden causar un problema. Es común que estas nos obliguen a identificar paralelismos en casos que pueden llegar a ser muy diferentes, lo que nos puede llevar a la búsqueda de un cierto modelo correcto de mirar e interpretar la realidad. Existe una tendencia a calificar de éxito o fracaso aquello que estamos viviendo en este momento cuando ni siquiera sabemos qué es lo que va a pasar, ya que el movimiento sigue moviéndose.
Lo importante es que suceda
Algunas personas temen que la Nuit Debout acabe siendo víctima de su propio éxito. La masividad que ha alcanzado este fenómeno por el interés que provoca, podría terminar convirtiéndolo en una Fête de l’Huma, y no en un movimiento meramente político como esperan los más politizados que ocupan la plaza.
La realidad es que desde hace diecinueve días, cada tarde, decenas de personas se reúnen en la Place de la République para ocupar el espacio público mediante el debate y el intercambio de ideas. Cada día que pasa se ve más gente y se organizan más proyectos. Las distintas comisiones debaten ideas para luego presentarlas en las asambleas generales. Cada uno de estos grupos tiene su propia carpa, o se instala en algún lugar de forma más o menos organizada. Allí se pueden encontrar carpas de asociaciones de estudiantes, partidos y colectivos políticos, otras en las que se escucha música, o en las que viven refugiados y SDF (sintecho, sigla de Sans Domicile Fixe), puestos de comida, y carpas dirigidas simplemente a promover el debate ciudadano.
Existe una tendencia a calificar de éxito o fracaso aquello que estamos viviendo en este momento cuando ni siquiera sabemos qué es lo que va a pasar
Las asambleas generales comienzan normalmente a las 18:30 horas y terminan alrededor de media noche, sino más tarde. Se supone que durante las asambleas generales se deben tomar decisiones que son vinculantes, es decir, decisiones que luego serán llevadas a cabo. No es de extrañar, sin embargo, que con la constante llegada de nuevas personas y actores sociales resulte cada vez más difícil tomar decisiones de forma simple, rápida y eficaz. No obstante, existen constantes intentos de mejorar las infraestructuras de comunicación y de ampliar la participación de los asistentes
Como dice John, un estudiante de Sociología Política que ha participado en los movimientos estudiantiles chilenos: «Es realmente lindo ver lo que pasa en République cada noche».
Y es eso lo que importa ahora, lo que hace que el movimiento sea lindo: que pase.
Un nuevo espacio de intercambio
Ocupar la plaza permitió liberar la palabra. Al ocupar el espacio público los franceses hoy tratan de crear un discurso que recoja sus demandas colectivas a pesar de sus diferencias. Lo que la politóloga Chantal Mouffe llama una cadena de equivalencias, capaz de construir un nosotros a partir de las luchas democráticas que dirija a la creación de una identidad política común. Quedarse de pie en la plaza de la República es aún más simbólico tras los eventos del 13 de noviembre en París. Los ciudadanos están pidiendo ser incluidos en el debate público. El concepto de soberanía popular está en el centro del debate.
Una nueva esfera pública que está pidiendo ser escuchada por la clase dirigente ha surgido y se ha hecho presente.
Para que la deliberación sea democrática debe ser abierta y accesible a todos
Jürgen Habermas [1] ve en la esfera pública la característica principal de las sociedades modernas. La esfera pública designa un espacio en el cual la participación política se ejerce a través del diálogo. Es el espacio en el cual los ciudadanos piensan y examinan sus asuntos comunes y por lo tanto es un escenario institucionalizado de interacción discursiva. Este escenario es conceptualmente distinto del Estado; es un lugar para la producción y circulación de discursos que en principio pueden ser críticos con el Estado.
Para que la deliberación sea democrática debe ser abierta y accesible a todos. Siguiendo esta lógica, las desigualdades de estatus o posición social deben ponerse de lado para que los participantes puedan debatir en el mismo pie de igualdad. En otras palabras: es la ciudadanía la que nos abre las puertas de la esfera pública democrática.
Con respecto a este último punto, Habermas sostiene que únicamente puede existir una sola esfera pública lo suficientemente grande o comprensiva que incluya al mayor número de personas. La construcción de un nosotros no sería posible si existiera una multiplicidad de públicos en conflicto.
No obstante, merece la pena abordar la teoría de Habermas a partir de la crítica que Nancy Fraser [2] hace de este, cuestionando así los límites de las democracias contemporáneas. Fraser intenta repensar el concepto de esfera pública, ya que según ella Habermas la idealiza y no tiene en cuenta su carácter elitista. A pesar del discurso de publicidad y accesibilidad reivindicado por la esfera pública, esta se ha apoyado desde siempre sobre ciertas exclusiones significativas. Para Fraser, cuyo pensamiento parte de las reflexiones de Joan Landes y Maty Ryan, quienes estudian las cuestiones de género desde la historiografía, el eje central de la exclusión pasa por el género. Es decir, que la esfera pública es un espacio principalmente masculino y de hombres.
Sin embargo, el género no es el único medio de exclusión: la propiedad y la raza también funcionan como mecanismos excluyentes. La esfera pública oficial puede ser entonces, como bien señala Fraser, un espacio institucional primordial para la construcción de un consenso que defina un nuevo modo hegemónico de dominación. Al poner las desigualdades sociales entre paréntesis no se promociona una paridad en la participación. Al contrario, aquellos que sufren las desigualdades socioeconómicas y sociosexuales que se verán proyectadas en la esfera pública conformarían nuevos públicos excluidos del debate político.
Fraser sostiene que desde el siglo XIX y durante todo el siglo XX surgieron públicos débiles o contrapúblicos subalternos que elaboraron otros estilos de comportamiento político y normas alternativas de discurso público con el fin de responder a las normas excluyentes de la esfera pública oficial, pero que fueron desvalorizados por los públicos burgueses. La politóloga ve con buenos ojos, por tanto, la existencia de una multiplicidad de públicos en los cuales se debatan propuestas individuales o de grupo que permitan la formación de opiniones para la construcción de identidades políticas comunes. Los movimientos feministas, los grupos LGTBI, los trabajadores o los desocupados son algunos ejemplos que demuestran la existencia de una multiplicidad de públicos débiles y excluidos.
Lo que está ocurriendo hoy en République no es tan solo, por tanto, la expresión de las demandas de un grupo de la sociedad francesa; es el encuentro de distintos públicos subalternos que antes no se cruzaban.
La Nuit Debout surge entonces como una convergencia de diferentes reivindicaciones propiamente francesas y a la vez muy diversas: en contra de la violencia policíaca; en contra del estado de emergencia decretado tras de los atentados del 13 de noviembre; en contra de la desastrosa política de recepción de refugiados que lleva a cabo el Gobierno francés día a día; en contra de la islamofobia y el antiguo proyecto de ley sobre la déchéance de la nationalité; en contra de la precariedad del trabajo… En definitiva, en contra de una República que sigue marcada por los vestigios del colonialismo y la exclusión de una gran parte de la sociedad francesa.
Estas reivindicaciones no solo han sido levantadas por los trabajadores sino que también se han sumado a ellas académicos, intelectuales, miembros de ONG o colectivos militantes, artistas y, sobre todo, estudiantes (quienes desde hace un mes se han sumado a los sindicatos y bloquean escuelas y universidades los días de manifestación nacional).
Cada persona puede llenar la Nuit Debout con el significado que quiera. Por eso se insiste en que cada uno hable en nombre propio y no en nombre de un colectivo o agrupación
Al materializar el lugar de encuentro, la Nuit Debout democratiza la prise de parole, ya que brinda, a todos por igual, la posibilidad de participar y expresarse en nombre propio y no necesariamente en nombre de un subpúblico. Una de las premisas que se tratan de cumplir estrictamente en el transcurso de las actividades es el hecho de que no haya líderes en este movimiento. Cualquier persona puede ocupar el espacio si tiene una idea y gente que la quiera acompañar.
La Nuit Debout pone en evidencia la importancia del intercambio de ideas, del debate y la colaboración entre los distintos grupos sociales en un sistema democrático. Los ciudadanos han salido a la calle para escucharse y unirse, para ser tomados en cuenta por los públicos fuertes, es decir, las élites políticas y económicas que controlan el Estado.
Un populismo del pueblo
Cuando le pregunté a Arthur (uno de los tantos estudiantes que se acercaron a colaborar con Convergences des luttes tras la proyección de Merci Patron en la Bourse du Travail el pasado mes de febrero) cuál era el motivo que los llevó a organizar la Nuit Debout, me respondió que era «para darles miedo». «¿A quiénes ?», le pregunté de nuevo. «No sé… A quien cada uno quiera».
Merece la pena recordar las ideas que Chantal Mouffe y Ernesto Laclau [3] han desarrollado a lo largo de sus obras donde nos invitan a pensar la política como el espacio en el cual se expresan las distintas identidades que se crean a partir del discurso. Consideran que el populismo es el proyecto político que mejor consigue reunir bajo el vocablo pueblo la mayor cantidad de demandas presentes en la sociedad para crear una identidad común.
La palabra pueblo es también un significante vacío que hay que llenar de significados. El significante en lingüística es el objeto o concepto al que nos referimos con la palabra. En general todo significante tiene un significado. Si digo silla, eso implica que tiene cuatro patas, un respaldo, que te puedes sentar en ella, incluso puedes imaginar el material del que está hecha o dónde la encontrarías. Al reunir varios significantes bajo el mismo significado se crean lógicas de equivalencias entre los significantes. La palabra pueblo, al no tener un significado preestablecido, puede reunir varias lógicas de equivalencia. Para Laclau [4], un significante vacío (o fluctuante) es aquel que puede significar cosas diferentes para personas diferentes. Esas diferencias, al quedar comprendidas bajo el mismo significado se vuelven equivalencias.
La existencia de un micrófono abierto es fundamental para asegurar la construcción del debate pero no es suficiente
La Nuit Debout sería entonces para Arthur un significante vacío, en el sentido de que cada uno la puede llenar con el significado que quiera. Por eso también se insiste tanto durante las asambleas generales en que cada persona debe hablar en nombre propio y no en nombre de un colectivo o agrupación.
Pensar la Nuit Debout como un significante vacío implica entonces la posibilidad de crear un populismo del pueblo como sugiere Mouffe [5] en sus escritos.
Repensar los valores de la política
La existencia de un micrófono abierto es fundamental para asegurar la construcción del debate pero no es suficiente para llenar la Nuit Debout de contenido político. République es hoy el lugar donde se concentran las ganas de generar un cambio de paradigma que canalice el hartazgo social y que transforme la manera en que se hace política. El cambio solo se puede lograr si lo hacemos todos juntos. Es por eso que necesitamos integrar los valores a la política o más bien repensar qué valores queremos que rijan la política, a nuestros políticos y a cada uno de nosotros como ciudadanos.
Como nos recuerda Nancy Fraser, la democracia política requiere de una igualdad social sustantiva. Es entonces indispensable que volvamos al ser para poder construir entre todos la solidaridad como un valor político, desde la política, con el objetivo de cultivar la empatía en la sociedad. Tal vez así las personas que vivimos en Francia (y también en otros lugares del mundo), franceses y no franceses, podamos de una vez por todas, y después de mucho tiempo, volver a creer en algo, aunque sea solo por un rato.
[1] ^Habermas Jürgen, The Structural Transformation of the Public Sphere, Cambridge, the MIT press, 1991, pp. 301.
[2] ^Fraser Nancy, Rethinking the Public Sphere: A Contribution to the Critique of Actually Existing Democracy, Social Text, No. 25/26 (1990), Duke University Press, pp. 56-80.
[3] ^Laclau Ernesto, Mouffe Chantal, Hegemonía y Estrategia Socialista: Hacia una radicalización de la democracia, Siglo XXI, Madrid 1987.
[4] ^Laclau Ernesto, La Razón Populista, Fondo de Cultura económico de España, 2005, pp. 312.
[5] ^Mouffe Chantal, Le politique et la dynamique des passions” Rue Descartes 2003/4 (n°45/46), p. 179-192.
Mouffe Chantal, Politique et Agonisme, Rue Descartes 2010/1 (n°67), p. 18-24.