El Hotel Chelsea

 

—Hotel Chelsea —dije al conductor, hurgándome los bolsillos para
encontrar monedas, no del todo segura de poder pagarle.
Éramos unos niños, Patti Smith

 

Son las siete de la tarde y una joven escurre
su alfombrilla empapada de acuarelas.
Acaba y saca una barra de chocolate
de su bolsillo. Muerde. Está blanda.
Un niño juega con la nariz de una estatua griega
mientras Allen Ginsberg se despioja la barba.
Están en la habitación uno-cero-cero-dos.
Al final del pasillo, en la sombra, cuerpos
convulsos intentan despegarse de alguna droga.
Ráscame la calavera hasta que asome la gelatina y salga agua.
Acercó sus manos suavemente,
suavemente le empezó a comer las uñas.
Cúbreme las cicatrices con cúrcuma
el pecho también, los labios también.
El lince os saluda.
Dos hombres bailan en la cuarta planta
sin llegar nunca a tocarse en su fría danza de satélites.
Gregory, el vendedor de cuervos
clonados, da de comer a sus mascotas.
Dice : «estas semillas son árboles en potencia».
Tiene en los ojos los movimientos secos de los camaleones.