Cuando me entusiasmo en exceso (en lo político), para mantener los pies en la tierra, suelo recordar que la historia se construye a base de mitos y fuerza. Por ello, mantener un ojo alerta y crítico con las propias inclinaciones nunca es un asunto desdeñable. Hay que procurar no santificar ninguna corriente de pensamiento, pues no existe movimiento político impoluto. Las hagiografías o, incluso, los antagonismos reduccionistas suelen ser no sólo tendenciosos o simplemente falsos sino también peligrosos, pues polarizan a la población de una manera bastante burda. Por ello, hay que ser prudente o cuidadoso al extremo con el revisionismo político de la historia, pues puede llevar a forzar los hechos para tratar de vencer a posteriori lo que en el pasado estuvo ausente, fue irrelevante o, simplemente, resultó perdedor.

Esta es una cuestión que atañe especialmente a la revisión feminista de la Historia, una disciplina plagada de controversias. A la hora de escribir la historia de las mujeres, como señala Estrella de Diego en una estupenda obra sobre historia del arte —La mujer y la pintura en el siglo XIX—, nos encontramos, al menos, dos problemas que obligan a revisar y desconfiar tanto de las fuentes como de sus recepciones históricas. Por un lado, nos situamos ante un silencio histórico que ha acallado la presencia de las mujeres en ciertos ámbitos de acción; por otro lado, aparece la necesidad de revisar críticamente los sesgos heteropatriarcales de las fuentes y de los historiadores, los cuales harían pasar por hechos lo que son más bien prejuicios de la época. Por ello, si uno no quiere trampear los acontecimientos, revisar la historia bajo la óptica del feminismo ha de ser necesariamente una gesta complicada, propia de la filigrana, pues obliga a una permanente sospecha, tanto de las escasas fuentes como de las propias conclusiones que se adoptan.

Este mes se cumplen cincuenta años de las revueltas del mayo francés del 68 y no son pocos los vítores que, con una nostalgia idealizadora, se suceden estos días. El feminismo, a día de hoy, está de moda; y en esa búsqueda por encontrar referentes históricos se está intentado hacer desde algunos medios de comunicación de masas —como en el artículo «1968/2018 La protesta continúa» de la revista Mujerhoy o este artículo en el diario digital El español — una interpretación o reconstrucción feminista del 68. Yo, por el contrario, considero que ese intento es una lectura forzada y, renunciando a las quimeras, acabo por coincidir con la lectura de Marina Subirats en este artículo: «En el Mayo del 68 nadie hablaba de feminismo».  

La iconografía del 68

Atelier de l’Ecole Nationale Supérieure des Arts Décoratifs (1968), «Retour a la normale» (Vuelta a la normalidad…); «On vous intoxique» (Se os intoxica) [serigrafía] .

Atelier de l’Ecole Nationale Supérieure des Arts Décoratifs (1968), «Retour a la normale» (Vuelta a la normalidad…); «On vous intoxique» (Se os intoxica) [serigrafía].

 

Si atendemos a algunas de las fuentes históricas consultables de las revueltas, todo parece indicar que el feminismo estuvo ausente de las reivindicaciones de los estudiantes. Al tratarse de un acontecimiento histórico que se libró con un carácter «informal» en las calles, en las aulas universitarias y en las fábricas, existen pocas fuentes tangibles para dar cuenta de las motivaciones o ideas latentes en las revueltas, más allá de su carácter antiautoritario y anticapitalista. Dos de estas fuentes son los innumerables grafitis que se escribieron en muros y paredes —como las popularizadas sentencias «La imaginación al poder»[1], «Bajo los adoquines, la playa» o «Seamos realistas, pidamos lo imposible»— y los pósteres contestatarios que realizaron los estudiantes. Por internet circulan numerosas fotografías de muros y paredes; sin embargo, es difícil contrastar de esta manera la autoría, emplazamiento y veracidad de muchas de estas imágenes históricas.

Atelier de l’Ecole Nationale Supérieure des Arts Décoratifs (1968).

Atelier de l’Ecole Nationale Supérieure des Arts Décoratifs (1968).

No obstante, existen otras fuentes más fiables que nos permite realizar un pequeñísimo análisis, mas contrastable y fiel a las pruebas. En 1982, la Biblioteca Nacional de Francia organizó una exposición titulada «Los pósteres de mayo del 68 o la imaginación gráfica». En ella se recopilaban 70 carteles elaborados por los ateliers populares de los estudiantes de la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Escuela Nacional Superior de Artes Decorativas, el Comité de Acción de Estudiantes en Medicina, la Facultad de Ciencias o el Instituto de Arte y Arqueología, entre otros. De esa exposición quedó este bellísimo libro, en el que aparecen temas como la lucha popular (obreros en huelga y manifestaciones), críticas a De Gaulle, una percepción de la sociedad como rebaño y un rechazo a los medios de comunicación de masas por ser agentes tóxicos para la sociedad. El feminismo no hace aparición en ningún momento.

Sin embargo, sí hay dos excepciones que, sin hacer mención al feminismo, nos pueden hacer pensar que existían ya algunas inquietudes de género en las personas que participaron en las revueltas[2]. Se trata, en primer lugar, de un póster en el que se intenta mostrar bajo un ideal estético la participación de las mujeres en las revueltas, dibujando a una fémina que lanza un adoquín bajo el epígrafe «La beauté est dans la rue» (La belleza está en la calle). En segundo término, encontramos un cartel que lleva a cabo una provocativa sátira de la masculinidad, criticando la brutalidad policial e igualando a todos los varones bajo el temible espectro del violador. «Les CRS [Compagnies Républicaines de Securité] sont aussi des hommes. Le preuve? Ils violent les filles dans les commisariats» (Los antidisturbios son también hombres. ¿La evidencia? Ellos violan a las muchachas en las comisarías), dice el póster.      

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «Les CRS son aussi des hommes…» (Los antidisturbios también son hombres…) [serigrafía]; Atelier populaire Marseille (1968), «La beauté est dans la rue» (La belleza está en la calle) [serigrafía].

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «Les CRS son aussi des hommes…» (Los antidisturbios también son hombres…) [serigrafía]; Atelier populaire Marseille (1968), «La beauté est dans la rue» (La belleza está en la calle) [serigrafía].

Los orígenes de la Segunda Ola feminista

La eclosión del movimiento feminista, o la llamada segunda ola, es ligeramente posterior a mayo del 68, pues tiene lugar en la década de los setenta. Concretamente, la fundación del Movimiento de Liberación de Mujeres en Francia es dos años posterior a las revueltas del 68, por lo que algunos historiadores han considerado que el feminismo es una herencia de la primavera francesa. Otra visión es la de Francisco Fernández Buey[3], quien consideraba que el feminismo –junto con el ecologismo y el pacifismo– surgió a pesar o con independencia del 68, pues el pensamiento feminista se había ya activado con dos reflexiones muy anteriores e independientes de este acontecimiento histórico. Nos referimos al libro El segundo sexo, de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, publicado en 1949, y La mística de la feminidad, de la psicóloga y periodista estadounidense Betty Friedan, de 1963. El feminismo va a ser desde entonces un debate paralelo a las inquietudes de clase propias de los círculos de izquierda.

Popularmente, tal y como llega a recoger la enciclopedia Larousse en este artículo, se suele adscribir la fundación del Movimiento de Liberación de Mujeres en Francia a una serie de pensadoras: Antoinette Fouque, Josiane Chanel y Monique Wittig. Sin embargo, esto es una lectura falaz de la historia, pues sería como otorgar a Podemos la autoría de un movimiento social gestado principalmente por ciudadanos anónimos como lo fue el 15-M. Esta es la tesis que defiende Christine Delphy, quien también participó en el nacimiento del Movimiento de Liberación de Mujeres y criticó, en un artículo científico de 1991, la batalla de egos que tuvo lugar dentro del movimiento feminista en los años 70: en 1979 la psicoanalista Antoinette Fouqué convirtió las siglas «M.L.F» no sólo en una asociación, sino también en «una propiedad industrial y comercial», desposeyendo con ello a toda la gente anónima que había participado en la fundación del movimiento de ese capital simbólico que se había creado de manera colectiva[4].     

Portada del número especial de la Revue Partisans, titulada «Liberación de las mujeres. Año cero», noviembre 1970.

Portada del número especial de la Revue Partisans, titulada «Liberación de las mujeres. Año cero», noviembre 1970.

El hoy popularizado símbolo de la lucha feminista lo encontramos por primera vez en la portada del número especial de la revista Partisans de noviembre de 1970. Aparece en esta portada, además, un lema: «Liberación de las mujeres. Año cero», el cual se había observado ya en pancartas en una manifestación del 21 de mayo de 1970 en la Universidad de Vincennes. Este año es definitivamente el pistoletazo de salida o la confirmación de existencia del feminismo de la segunda ola como movimiento social; sin embargo, conviene decir que por aquel entonces era todavía un movimiento minoritario, con escasa presencia pública y diríase que anecdótico. Atendamos al siguiente suceso: como un rompedor hito en el movimiento feminista ha pasado a la historia la manifestación que tuvo lugar en el Arco del Triunfo el 20 de agosto de 1970. Esto se debe a que, al día siguiente, los periódicos L’Aurore y Le Figaro anunciaron tal manifestación como el nacimiento del «movimiento de liberación de la mujer francesa» y, un año después, el semanal Paris-Match lo reseñó como una multitudinaria manifestación de mil mujeres. Sin restarle méritos al suceso, la realidad, como nuevamente nos revela el relato de Delphy en primera persona, fue mucho más prosaica, incluso cómica:

En realidad, éramos nueve personas […]. La policía misma no sabía cuántas personas éramos; hizo traer tres camionetas, si bien hubiésemos entrado perfectamente en un cuarto de camioneta. Una vez la policía estuvo tranquila en cuanto al número de personas que éramos, al cabo de diez minutos de trayecto —pues para ser policía no hace falta ser un as de cálculo— dejaron de accionar la sirena de la camioneta. […] De esta forma nos encontramos en la comisaría del barrio octavo, por orden alfabético: Cathy Bernheim, Monique Bourroux, Frédérique Daber, Christine Delphy, Emmanuéle de Lesseps, Christiane Rochefort, Janine Sert, Monique Wittig, Anne Zelensky[5].

La revolución sexual

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «Nous sommes tous «indesirables» (Nosotros somos todos indeseables) [serigrafía].

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «Nous sommes tous «indesirables» (Nosotros somos todos indeseables) [serigrafía].

Una de las anécdotas iniciales de mayo del 68 reseña la centralidad de la sexualidad en las revueltas, llegándose a otorgar el calificativo de revolución sexual a este acontecimiento histórico. Uno de los primeros incidentes entre estudiantes y policía se debió —como nos cuentan Pedro Ibarra y Noemí Bergantiños[6]— a la «prohibición de apertura de residencias universitarias mixtas» en la Universidad de Nanterre (a las afueras de París), donde había sido trasladada una parte de la universidad, la cual se asentaba inicialmente en el barrio latino. Esta situación ya había provocado diversas protestas estudiantiles y, en ese contexto, tuvo lugar el siguiente encontronazo entre el estudiante Daniel Cohn-Bendit —retratado en la serigrafía «Nous sommes tous indesirables», copia de una fotografía de Jacques Haillot— y el ministro François Missoffe:

Los estudiantes de la universidad de Nanterre, un feo campus de hormigón construido a las afueras de París cuatro años antes, donde se hacinaban once mil estudiantes, sacaron el tema de las residencias mixtas, y el gobierno los ignoró. François Missofe, el ministro de Juventudes, visitaba Nanterre cuando un menudo estudiante pelirrojo le pidió fuego para encender el cigarrillo. Una vez encendido y exhalado una bocanada de humo, el estudiante, Daniel Cohn-Bendit, uno de los estudiantes de Nanterre más directos y que se expresaban mejor, le dijo: «Monsieur le ministre, he leído su informe sobre la juventud. En trescientas páginas no hay ni una sola palabra sobre cuestiones sexuales entre los jóvenes». […]

«No me extraña, con una cara como la tuya, que tengas esa clase de problemas: te sugiero que te des un chapuzón en la piscina».

«Esa respuesta —contestó el estudiante— es digna del ministro de las Juventudes Hitlerianas[7]».

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «C.R.S. levant sa matraque» (Antidisturbios levanta su porra) [serigrafía]; Atelier de l’Ecole Nationale Supérieure des Arts Decoratifs (1968), «Sois jeune et tais toi» (Sé joven y estate callado) [serigrafía]

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «C.R.S. levant sa matraque» (Antidisturbios levanta su porra) [serigrafía]; Atelier de l’Ecole Nationale Supérieure des Arts Decoratifs (1968), «Sois jeune et tais toi» (Sé joven y estate callado) [serigrafía]

En la primavera francesa existía, pues, una inquietud manifiesta por la sexualidad —los anovulatorios habían comenzado a comercializarse año y medio antes del 68 en Francia—. Sin embargo, el concepto de revolución sexual, aunque suele vincularse a esta época histórica, no es una noción acuñada por este período. Por el contrario, «revolución sexual» es un concepto muy anterior a mayo del 68 y que, además, no aparece en un contexto político, sino en un entorno clínico. En 1936 el doctor y psicoanalista austriaco Wilhelm Reich publica Die Sexualität im Kulturkampf (La sexualidad en la lucha cultural), libro que, reseñando uno de los capítulos del texto, será traducido al inglés en 1945 bajo el título The sexual revolution (La revolución sexual).

La revolución sexual fue un polémico libro dedicado a defender «la afirmación de la sexualidad biológica natural de niños y adolescentes»[8], en el que, además, se plantea un ideario —discutible— que ha llegado hasta nuestros días: que fascismo y conservadurismo van ligados, pues «el orden social autoritario y la represión social de la sexualidad se dan la mano». Por ello, Reich consideró que una revolución sexual conllevaría intrínsecamente una revolución política y sería una solución individual a la neurosis de las masas. Reich planteó una esperanzadora tesis que, a la luz de las actuales mercadotecnia, frivolidad o bulimia en los comportamientos sexuales, es, como mínimo, controvertida: propone la sustitución de una moral sexual por un principio de autorregulación —similar a la teoría de la mano invisible de Adam Smith—; es decir, la conformación de una economía sexual de corte hedonista regida meramente «por la afirmación del placer y la pérdida del sentimiento de culpabilidad sexual», en la cual la coerción no será necesaria[9].    

¿Qué nos queda del 68?

Atelier populaire Marseille (1968), «Nous participons, ils selectionnent» (Nosotros participamos, ellos seleccionan) [serigrafía]; Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier populaire (1968), «Une jeunesse que l’avenir inquiète trop souvent» (Una juventud a la que el futuro inquieta demasiado a menudo) [serigrafía]

Atelier populaire Marseille (1968), «Nous participons, ils selectionnent» (Nosotros participamos, ellos seleccionan) [serigrafía]; Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier populaire (1968), «Une jeunesse que l’avenir inquiète trop souvent» (Una juventud a la que el futuro inquieta demasiado a menudo) [serigrafía]

Del 68 no parecen quedar más que los mitos e, incluso estos, a la luz de la crítica histórica, acaban también por derrumbarse. Tras el posterior desencanto de otros movimientos populares como el 15-M se ha perdido la esperanza en una nueva «experiencia utópica» o «éxtasis de la historia», usando los términos de Edgar Morin[10]. No acompañan las circunstancias. La fuerza de la primavera del 68 fue producto no sólo de los acontecimientos, sino del propio contexto en que se dieron. Como narran Jaime Pastor Verdú o Fernández Buey, por aquel entonces había una población mayoritariamente joven que accedía en masa a las universidades: «más del 50 % de la población tenía menos de 25 años»[11]. La juventud era, por aquel entonces, una clara fuerza social, un motor de la historia, al contrario que en el presente, en que nos encontramos frente a una sociedad preeminentemente envejecida donde una iniciativa revolucionaria habría de recaer en otros sectores sociales. La primavera del 68 es, pues, a día de hoy, el recuerdo de una improbabilidad: la de una sociedad civil que, con la brevedad que derrochan las flores, brote de nuevo.  

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «L’etat c’est chacun de nous» (El estado es cada uno de nosotros) [serigrafía]

Atelier de l’Ecole Nationale des Beaux-Arts Atelier Populaire (1968), «L’etat c’est chacun de nous» (El estado es cada uno de nosotros) [serigrafía]

 

[1] ^ Esta frase ha sido desgajada de su contexto de producción, que le daba un significado totalmente distinto a las implicaciones naÏf que se han popularizado. Fue escrita en la entrada principal de la Sorbona de París y decía así:
«Queremos que la revolución que comienza liquide no sólo la sociedad capitalista sino también la sociedad industrial. La sociedad de consumo morirá de muerte violenta. La sociedad de la alienación desaparecerá de la historia. Estamos inventando un mundo nuevo original. La imaginación al poder.»

[2] ^1967 se había creado el grupo «Fémenin-Masculin-Avenir» por Anne Zelensky y Jacqueline Feldman-Hogasen en el seno del Mouvement Démocratique Fémenin. Pero se trata de un movimiento mínimo, cuyos miembros pueden contarse con los dedos de una mano. Dice Delphy, «nous étions quatre ou cinq à l’époque. Notant que, parmi les innombrables thèmes abordés dans la Sorbonne occuppé, la «question des femmes» était absente, nous organisons plusiers débats.» Delphy, C. (1991). Les origines du Mouvement de Libération des Femmes en France. Nouvelle Questions Féministes, Nº 16/18, pp. 137-148.

[3] ^ «Se ha hecho habitual afirmar que durante aquellos años, en torno a 1968, toman cuerpo los tres principales movimientos sociales «nuevos» del siglo XX: ecologismo, feminismo y pacifismo. Pero el estudio de los documentos de aquellos años desautoriza esta afirmación y obliga a numerosas matizaciones en los casos de París, Praga, Barcelona, Milán o Berlín, aunque resulta, sí, más verosímil para el caso norteamericano. Es más: si se da prioridad a los casos, emblemáticos, de la constestación estudiantil en París, a la universidad crítica berlinesa o el disenso ciudadano en Praga seguramente habría que decir que feminismo, ecologismo y pacifismo han surgido algo después y precisamente en oposición a la línea principal de la cultura sesentayochesca.» Fernández Buey, F. (31 agosto 2012). Entre mayo del 68 y la guerra de Vietnam [Artículo en la Biblioteca digital Fernández Buey]. Recuperado de https://www.upf.edu/materials/polietica/_pdf/mayo68.pdf

[4] ^ Delphy, Op. Cit.

[5] ^ Ibid, p. 142-143.

[6] ^Ibarra, P./ Bergantiños, N. (). Movimientos estudiantiles: de mayo del 68 a la actualidad. Sobre las «Experiencias utópicas» de un movimiento peculiar. En: Movimientos estudiantiles: resistir, imaginar, crear en la Universidad. Asamblea de Ciencias Sociales por una Universidad crítica, pp. 11-28.

[7] ^ Harmon y Rotman en Kurlansky, M (2005). 1968, el año que conmocionó al mundo. Destino: Barcelona.

[8] ^ Reich, W. (1970). La revolución sexual. Para una estructura de carácter autónoma del hombre. Madrid: Ruedo Ibérico, p. 2.

[9] ^ «Nueva moralidad significa que es superflua toda reglamentación moral y que se puede establecer una autorregulación de la vida social. Veámoslo prácticamente en el caso del robo: quien no muera de hambre, no tiene impulsos hacia el robo y, por consiguiente, no necesita una moralidad que le impida robar. La misma ley fundamental se aplica a la sexualidad: quien vive sexualmente satisfecho no tiene impulsos que le incitan a violar y no necesita una moralidad opuesta a tales impulsos. Se trata de una autorregulación según la economía sexual en lugar de la regulación moral coercitiva». Reich, Op. Cit., p. 18.
«La actitud frente a la sexualidad natural se asemeja mucho en todos los individuos; se caracteriza, sobre todo, por la afirmación del placer y por la pérdida del sentimiento de culpabilidad sexual. […] el paciente reconoce no sólo la urgencia, sino la indispensabilidad de la satisfacción genital, entonces abandona su camisa de fuerza moral y, con ella, la represión de las necesidades instintivas. […] El individuo sano ya no tiene, prácticamente, moralidad en sí mismo porque tampoco tiene impulsos que necesiten una inhibición moral.» Reich, Op. Cit., p. 29

[10] ^ Morin, E. (1987). Complejidad y ambigüedad. En Debats, nº 21, pp. 7-21.

[11] ^ «A la confluencia de esos tres factores [cenit de la expansión capitalista y confluencia entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero] habría que sumar otro dato imprescindible para tener en cuenta el papel de catalizador que iba a jugar el movimiento estudiantil: la progresiva ampliación de las capas de jóvenes que accedían a las Universidades, unida al crecimiento demográfico de posguerra, principalmente en Occidente pero también en el Este, […]» Pastor Verdú, J. (2008). Mayo 68, de la revuelta estudiantil a la huelga general. Su impacto en la sociedad francesa y en el mundo. En Dossiers Feministes, 12, pp. 31-47.
«En América y en varios países europeos, más del 50% de la población tenía menos de 25 años de edad». Fernández Buey, Op. Cit., p. 3.