Hubo un tiempo en el que todo era bonito y fácil para la Arquitectura. En los años del famoso Boom inmobiliario había muchos arquitectos, muchos estudiantes de arquitectura ilusionados y España tenía trabajo para todos ellos. Pero dicen que toda burbuja crece hasta explotarse y a nosotros nos llegó el pinchazo en aquel 2007.
El hecho de que el sector de la construcción, y la arquitectura en concreto, hayan sido uno de los campos más castigados durante esta crisis no es una noticia nueva. Después de este periodo crisis, de la que aún estamos saliendo, cabe preguntarse cómo ha cambiado la arquitectura en estos años, qué se ha aprendido de esta situación, cómo se está reformulando la profesión y hacia dónde se dirige la nueva arquitectura. Intentar responder a todas estas preguntas en un único artículo sería demasiado ambicioso, pero intentemos arrojar algo de luz sobre alguna de estas cuestiones.
En principio parecería lógico que el número de estudiantes de Arquitectura, así como el número de facultades que ofertan dicha carrera, hubiese disminuido. Pero, como muestra este artículo, no es así. Muy al contrario, tenemos ahora más estudiantes de Arquitectura que en los tiempos pre-crisis: hace una década había en España 15 facultades de Arquitectura, hoy son 33. El número de plazas en universidades públicas madrileñas era de 600 antes de 2007 y ahora es de 800. ¿Tiene sentido que cada vez haya más estudiantes de arquitectura? No mucho, la verdad. Además, los datos de cómo está ahora el sector son muy desalentadores. Según el sindicato de los arquitectos (Sarq) el 71 % de ellos está en paro, subempleado o trabaja de forma precaria. La conclusión es bastante clara: no hay, y no parece que vaya a haber, trabajo en España para tanto arquitecto.
Frente a esto, ¿qué están haciendo los arquitectos españoles?
Lo primero que han hecho, como otros muchos españoles de otras disciplinas, es probar suerte en el extranjero. Y parece que no les está yendo nada mal a nuestros arquitectos fuera de España. La Fundación ICO realizó esta primavera una exposición llamada Export en la que presentaba el gran éxito que los arquitectos españoles están teniendo a nivel internacional. Según Edgar González, comisario de la exposición, la formación de nuestros arquitectos está muy bien valorada en el extranjero: «Yo pienso que la educación de los arquitectos españoles es un elemento muy importante, y es muy singular. Muchas veces no nos damos cuenta de ello. Esa educación tan potente que reciben los arquitectos españoles, técnica, de humanidades y de arte, esa mezcla es lo que hace que el arquitecto español sea un caballo de batalla, un arquitecto todoterreno que tiene mucho que ofrecer al mundo contemporáneo».
«El arquitecto español es un todoterreno que tiene mucho que ofrecer al mundo contemporáneo» (Edgar González)
Aparte de esta salida geográfica, se está empezando a producir un proceso de salida conceptual, en el que los arquitectos están ampliando los límites de la profesión y en el que se están dando cuenta de que pueden ser útiles en otras disciplinas. Gracias a su versatilidad, el arquitecto está dejando de construir edificios para probar fortuna en otros campos del mundo laboral no relacionados, a priori, directamente con la arquitectura. Cada vez vemos más arquitectos en empresas, en instituciones, en ONG, en campos del diseño gráfico y audiovisual, en el mundo del arte, en universidades, en organismos internacionales, etc. En cierto sentido, están viviendo un proceso similar al que ya hicieron los ingenieros años atrás. Cada vez hay más voces que están prediciendo estos cambios. Martha Thorne, directora ejecutiva de Premio Pritzker y vicedecana del IE School of Architecture & Design, lo explica así: «Debemos hacer ver a los sectores público y privado que la arquitectura y el diseño dan una multitud de soluciones creativas para muchos problemas; que la arquitectura debe tener un papel más amplio al servicio de la sociedad».
Por otra parte, el mismo Edgar González dice: «La práctica de la arquitectura como yo la entiendo es mucho más amplia, porque hacer arquitectura no es solo poner ladrillos unos encima de otros; hacer arquitectura hoy en día es tejer redes, es comunicar, es conectar ideas. Y además esta educación que el arquitecto español tiene, tan completa, cuando se aplica en otros campos, suele resultar bastante exitosa». ¿Y por qué la formación del arquitecto es tan completa?
Lo primero que habría que remarcar es que es una formación muy polifacética y muy polivalente. Por un lado está la formación artística, cultural y humanística. Ese desarrollo artístico se concreta en el aprendizaje del diseño y el aprendizaje de un lenguaje nuevo, el de las imágenes, para el que se requiere un gusto estético y la capacidad de convertir algo abstracto en real y concreto. Gran parte de nuestra nota, y de nuestro éxito laboral, depende de esas dos cualidades: realizar buenos diseños y ser capaces de venderlos bien mediante nuestros dibujos. Pero esta faceta más artística está complementada con la parte técnica. Aprender sobre física, energía, estructuras o construcción nos aporta una mirada más analítica, más racional, más realista.
El éxito de un profesional recae muchas veces en la importancia que este le da a la creatividad. Ay, el gran olvidado de la educación actual. Como defendía este artículo, pocas carreras dedican una parte importante de su tiempo a desarrollar la creatividad. La creatividad se enseña, se practica y se aprende. Y es muy útil. Imaginemos una clase de 60 alumnos: a todos se les propone el mismo problema y con los mismos condicionantes, y cada alumno debe dar una solución diferente a dicho problema (en nuestro caso es una respuesta arquitectónica). Es ahí donde tener una mente creativa es fundamental; como resultado de esa necesidad de encontrar soluciones diferentes, aprendemos a aproximarnos a los problemas de formas muy diversas, aprendiendo diferentes metodologías, desarrollando un thinking out of the box. No hay una única solución buena, ni una forma correcta de afrontar el problema. De hecho, muchas veces los resultados más interesantes vienen de las aproximaciones menos esperadas.
Todavía queda mucho camino por recorrer en el ámbito académico, donde todavía existen conservadurismos en los planes y en las perspectivas de trabajo
La arquitectura no es una disciplina etérea y alejada del mundo real, al final en la arquitectura el ser humano es el centro del trabajo, lo que nos convierte un poco en antropólogos y sociólogos. Siempre que se construye o diseña algo se hace para que alguien lo viva. Los proyectos y los diseños se justifican explicando cómo van a ser habitados por las personas. Esto se intensifica todavía más cuando hablamos de urbanismo y de diseño de la ciudad, en los que lo más importante es entender la urbe y la sociedad. Hay que saber mirar a la sociedad y comprender de dónde viene y hacia dónde se dirige.
Podría decirse que esta formación tan polifacética, polivalente y versátil es la gran virtud y el gran potencial del arquitecto, pero todavía queda mucho camino por recorrer en el ámbito académico, donde todavía existen conservadurismos en los planes y en las perspectivas de trabajo. Creemos que estas capacidades que se desarrollan en la carrera de Arquitectura van a resultan muy interesantes y útiles en un mundo cada vez más cambiante y volátil, en el que las formas de afrontar los procesos laborales son cada vez menos rígidas para todos, y en el que van a hacer falta profesionales capaces de aportar una mirada diferente. En resumen, como ocurrirá en muchas profesiones, el arquitecto tiene que adaptarse o morir.