«The truth is like poetry. And everyone fucking hates poetry»
The Big Short (2016)
Solo Hollywood puede hacer una película sobre los seguros frente al impago (o credit default swap) y recaudar diez millones de dólares en su primer fin de semana. La gran apuesta (The Big Short) está basada en el libro homónimo de Michael Lewis y protagonizada por Brad Pitt, Christian Bale, Ryan Gosling y Steve Carell. La película, que cuenta con cinco nominaciones a los Óscar, narra la historia de cuatro tipos poco convencionales que pronosticaron el colapso financiero de Estados Unidos. Convencidos de que el mercado de hipotecas era una bomba de relojería, apostaron contra el consenso y se hicieron de oro.
Su estreno ha dado mucho que hablar. Tanto, que el pasado 27 de enero, Brookings Institution organizó una discusión con varios expertos en finanzas y regulaciones bancarias entre los que se encontraba el director de la película, Adam McKay. Durante el evento, se discutieron la veracidad de los hechos, las mejoras llevadas a cabo desde entonces (o la falta de ellas) en la supervisión bancaria y la falta de moralidad o heroicidad de los personajes.
Clase didáctica de economía… desde la bañera
Hipotecas no preferentes, CDO, swaps… la jerga de Wall Street es algo que pocos entienden. Otros —me incluyo, a pesar de haber estudiado Economía— preferimos no entender. Eso sí, la cosa cambia cuando la explicación de los tecnicismos financieros viene de la mano de Margot Robbie desde un baño de espuma. Y es más, cuando el renombrado chef Anthony Bourdain utiliza el ejemplo de cómo el pescado de unos cuantos días puede convertirse en caldereta de pescado para explicar cómo los préstamos con un nivel de riesgo alto se reestructuraron para aparentar ser seguros, empiezo a creer que puedo llegar a entenderlo.
Ryan Gosling con peluca y bronceado falso interpreta a Jared Vennett (cuyo nombre real es Greg Lippmann), un operador del Deutsche Bank. En el libro, Lewis lo describe como un compositor romántico de 1820 que podría pasar por una estrella porno de 1970. Viniendo de Ryan Gosling, yo lo compro.
La mejor forma de predecir el futuro es crearlo
Gosling, que rompe con la cuarta pared para interactuar con el espectador, nos cuenta cómo Deutsche Bank —el responsable y fiable banco alemán— formaba parte de los cinco grandes emisores de bonos basura. Lippman (que por aquel entonces era el responsable maximo de la comercialización de esos bonos), junto a su equipo, apostó deliberadamente por la caída del valor de estos créditos hipotecarios.
¿El resultado? Entre 1999 y 2009, mintieron sobre la calidad de las hipotecas y respaldaron préstamos por un valor total de 5.000 millones de dólares. Todo parecía estar en orden mientras las hipotecas se pagaban (de hecho, se consideraban inversiones de bajo riesgo). Pero cuando las hipotecas dejaron de pagarse de forma masiva, los que habían apostado por esos bonos tóxicos perdieron buena parte de sus ahorros. Los que habían apostado —entre ellos Lippman y los suyos— que en algún momento la burbuja inmobiliaria explotaría y el valor de los bonos basura se desplomaría… ganaron miles de millones de dólares.
Michael Burry (interpretado por un impecable Christian Bale) se describía como un «estudiante de medicina con un solo ojo, torpe en las relaciones sociales y con una deuda de 145.000 dólares en préstamos universitarios». O al menos eso decía su perfil en Match.com, la página de citas online donde conocería a su segunda mujer. Al poco tiempo, dejó su carrera de neurólogo y creó Scion Capital, un fondo de inversión que le llevaría al estrellato. Pasó de ser médico y bloguero financiero a ser un ejecutivo sabelotodo, fanático del heavy metal, que vestía camisetas y caminaba descalzo por la oficina.
El final feliz para los personajes supone el cataclismo para todos los demás
Burry creó un sistema que apostaba contra las hipotecas basura. Para ello, convenció a Goldman Sachs y Deutsche Bank de que creasen y le vendiesen un sistema de seguros frente al impago de hipotecas. A finales de julio de 2005, Burry poseía más de 750 millones de dólares en bonos hipotecarios basura.
Y, como decía Peter Drucker, la mejor forma de predecir el futuro es crearlo. En 2007, los bonos hipotecarios basura explotaron y, al poco tiempo, el beneficio neto de Burry ascendió al 490 % (ganando más de 100 millones de dólares) y el de su fondo, Scion Capital, al 726 %.
Brad Pitt, aparte de ser productor de la película, interpreta a un gurú financiero retirado (Ben Hockett en la vida real) que, junto a dos jóvenes inversores, ganó 79 millones de dólares desde un pub del Reino Unido. Por lo visto, era el único lugar de la localidad de Exmouth que tenía buena conexión a internet.
Los tres, que vestían bermudas, camisetas y corbatas de aeropuerto con etiquetas, crearon Cornwall Capital, una sociedad de inversión privada. Al igual que Burry, anticiparon la burbuja inmobiliaria e hicieron grandes apuestas contra el mercado de vivienda.
Por último, Steve Carell interpreta a Marcos Baum (cuyo nombre real es Steve Eisman), un tipo pesimista que dirigía una pequeña sucursal de Morgan Stanley llamada Front Point. El verdadero Steve Eisman se describe «sin sentido del humor y enfadado todo el día».
Según la película, este frenético analista de mercados llevaba tiempo empeñado en demostrar que el sistema financiero estaba completamente podrido. Sin éxito, se reencarnó en la historia del Arca de Noé y construyó una riqueza de 1.500 millones de dólares para que su familia y equipo se «mantuvieran a salvo».
Durante el evento de Brookings, se concluyó que, aunque la película peca de tener algunos momentos de ficción, hace un gran trabajo al recurrir al humor negro para explicar de manera inteligente y atractiva cómo se formó la burbuja inmobiliaria. La idea es que no tienes por qué entender en qué consiste un CDO después de verla pero, si has estado atento al tono que usan los autores, muy posiblemente seas consciente de que los mejunjes de Wall Street estaban abocados al fracaso.
Quienes no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo
El final de la historia lo conocemos todos. A fin de cuentas, el final feliz para ellos supone el cataclismo para todos los demás. Quizá de forma intencional, el final de la película no deja claro si deberíamos odiarlos por beneficiarse de algo tan frívolo o aplaudirlos por apostar a costa de los bancos.
Mi impresión es que estos cuatro tipos poco convencionales nunca quisieron ser los héroes de la historia. La mayoría de ellos son personajes tristes, aislados del mundo real pero conscientes de que el sistema era demasiado bueno para ser cierto. Arriesgaron y apostaron contra el consenso sin sacar mucho pecho porque sabían que su éxito se traduciría en sufrimiento para la clase trabajadora.
Verídica o no, héroes o antihéroes, la película claramente sirve como un recordatorio de cómo políticas macroeconómicas equivocadas, fallos en las regulaciones bancarias y planes financieros opacos propiciaron la madre de las burbujas inmobiliarias, dejando sin trabajo y casa a varios millones de personas en todo el mundo. Es un recuerdo oportuno y necesario porque, como decía George Santayana, «quienes no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo».