La inacción acostumbra a ser castigada en política; por lo que los dirigentes que se mueven sin destreza a la hora de tomar decisiones no suelen pasar el examen de las elecciones. Dicho lo cual existen excepciones a esta norma. En Rusia llevan viendo desde el 2008 cómo Medvédev alterna los puestos de presidente del Gobierno y primer ministro sin contradecir la línea marcada por Vladimir Putin, su mentor político y pareja en este baile de responsabilidades. Controlada una escena política que permite mantener esta dualidad, Putin ha ahogado mediáticamente a Medvédev impidiendo conocer qué tipo de político se esconde detrás de este doctor en Derecho. Ahora, con Rusia sufriendo la inestabilidad del precio del petróleo y necesitada de medidas para reactivar su economía, es la oportunidad no solo para calibrar la gestión de este político sino la de un país que cultiva las sospechas sobre la calidad de su democracia.
San Petersburgo como punto de partida
La biografía de Dmitri Medvédev hasta llegar al cargo de presidente de la Federación Rusa es ligeramente conocida. Nacido en Leningrado (actual San Petersburgo) en el año 1965, estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado, mismo centro donde habían estudiado dos tocayos fundamentales para entender los dos últimos siglos de historia rusa: Vladímir Ilich Uliánov (Lenin para la posteridad) y Vladimir Putin. Una vez licenciado, se doctoró en 1990, obteniendo plaza como profesor auxiliar en Derecho Civil. Esta ciudad se convertiría en el escenario donde comenzó a tejer relaciones con dos personajes claves en su carrera.
El primero fue su profesor Anatoli Sobchak, uno de los padres de la nueva constitución rusa, más tarde votado como primer alcalde de San Petersburgo en democracia en 1991. Sobchak se llevó a su pupilo con él como consejero del Comité de Relaciones Internacionales de la ciudad, órgano dirigido por quien sería su futuro mentor en política: Vladimir Putin, a su vez antiguo alumno de Sobchak. Las elecciones de 1996 marcaron su final como alcalde, acusando una discutible gestión, y Putin voló a Moscú mientras que Medvédev aún debía esperar un poco más. Antes, tuvo tiempo para hacer dinero a través de la empresa Ilim Pulp. Pero a fin de cuentas, ¿quién no hizo fortuna en la Rusia de los noventa?
Primera etapa de Putin al frente del país: forjando un equipo
Es en 1999 cuando comienza su trayectoria política. Putin, alcanzada la presidencia del Gobierno, va creando una carrera ad hoc para su antiguo colega. Le puso al mando de la recién creada Oficina Ejecutiva Presidencial junto con Aleksandr Voloshin, quien tras ser primero hombre de confianza luego cayó en desgracia, como tantos otros, cuando comenzó a cuestionar los métodos de su jefe.
Llegados a este punto cabe destacar dos grupos dentro de la guardia pretoriana del nuevo presidente, un equipo de personas que confluyen en el Kremlin con dos orígenes muy distintos: los que vienen del entorno de la antigua KGB, ahora sustituidas las siglas por FSB, y llamados siloviki (hombres de fuerza), y los provenientes de San Petersburgo, ya sean empresarios o burócratas, también conocidos como el ala pragmática. El nuevo príncipe respondía al segundo perfil: vecino, tecnócrata, especialista en derecho y economía y, como se ha podido comprobar, fiel al líder.
No se puede pasar por alto el lema de la campaña sui generis del candidato: Juntos vamos a ganar. Faltaba especificar que se trataba de él y Putin.
El siguiente destino de Medvédev dejó clara la confianza que Putin tenía en él: poco a poco le fue entregando el mando de la poderosa empresa Gazprom, estandarte del país. La empresa, líder mundial en la explotación de hidrocarburos y de la que el Estado ruso controla el cincuenta por ciento, confío a Medvédev dos misiones: volver a recuperar parte del accionariado vendido durante la anterior década (después de un fracasado intento de internacionalización) y crear alrededor un grupo mediático, Gazprom media, con el que lograr una posición preponderante en los medios de comunicación. Las dos ideas estaban entrelazadas: mientras recuperaba el control de la gasística y la usaba como fuerza política para controlar el tablero político internacional, iba deslizando el mensaje de que una Novorossia estaba gestándose. Recordemos el recrudecimiento del conflicto con Chechenia a principios de siglo y la idea fuerza enviada desde el Kremlin: nada ni nadie podrá con Rusia.
Llega la recompensa: ascenso dentro de la administración
Todo esfuerzo tiene su recompensa y a Medvédev le llegó con su ingreso en el Gobierno. En 2003 fue nombrado jefe de gabinete del presidente, aun manteniendo sus cargos en Gazprom. Ahí comenzó el verdadero ascenso dentro de la Administración: en 2005 fue nombrado primer viceministro, donde hizo tiempo hasta 2008. Ese año se convocaban unas elecciones a las que Putin no podía presentarse al haber agotado las dos legislaturas consecutivas que dicta la ley. Después de las intrigas y misterios correspondientes a la trama, Medvédev salió victorioso de una votación en la Duma con 392 votos a favor y 56 en contra accediendo al puesto de presidente de la Federación rusa el 7 de mayo del 2008. No se puede pasar por alto el lema de la campaña sui generis del candidato: Juntos vamos a ganar. Faltaba especificar que se trataba de él y Putin.
A pesar de los denodados esfuerzos por negarlo, la crisis financiera mundial afectó a Rusia igual que a todos los países de su entorno. Las primeras sacudidas fueron aliviadas por los ingentes ingresos que suponía la venta de hidrocarburos (y los precios aleatorios que establecía según el comprador) pero las empresas internacionales iniciadas por el presidente Putin empezaron a vaciar las arcas justo cuando llegó la caída del precio del petróleo, amén de unas sanciones desde Europa con más intención que resultado. Sus cuatro años al frente del país acabaron cuando Putin pudo volver a presentarse a las elecciones confirmando así los peores presagios: el hombre de paja solo guardaba el sillón al amo.
Después de las elecciones de 2012, Medvédev pasó a ocuparse de la política nacional, toda vez que Putin lleva desde entonces centrando sus esfuerzos en afianzar a Rusia como potencia política y militar. Con unas previsiones desfavorables toca tomar una serie de decisiones para recuperar la economía y seguir teniendo controlada la situación social. Pasadas las movilizaciones del año 2012, con las manifestaciones en la plaza de Bolotyana y con una oposición anestesiada, la sociedad sigue reclamando mejoras.
Una nueva realidad
Las nuevas medidas pasan por apretarse el cinturón y proyectar un nuevo modelo económico para el país. En un texto divulgado por el Gobierno el pasado mes de septiembre quedó bien claro que la situación económica del país «sigue siendo muy difícil». Dejando de un lado las cuestiones macroeconómicas, centró su discurso en la necesidad de «ahorrar, como se dice habitualmente, en todos los frentes». Traducción: reducción del gasto público. Durante los meses de diciembre y enero ha venido anunciando las nuevas medidas que pasan por un control de la inversión del Estado: recorte del diez por ciento en la plantilla de funcionarios, empezando este 2016, principalmente en la Administración presidencial, Fiscalía, Comité de Instrucción y agentes federales. A eso se le suma un cambio de modelo económico más independiente de los hidrocarburos, escarmentado por la experiencia de los últimos años.
El primer ministro es consciente de que existe una nueva realidad en la que se ha de tener una visión integral que aúne «sociedad, tecnología, economía y dimensión humana». Para ello, y contrariamente de lo que se puede entender de las palabras de su presidente, Rusia debe seguir en el entorno europeo, manteniendo relaciones económicas y políticas con Occidente, sin dejar de prestar atención al gran socio asiático. Estos planteamientos persiguen aumentar la inversión extranjera en el país atrayendo actividad económica, aspecto bastante olvidado durante los años de bonanza. El Gobierno llevará a cabo un plan para la «estabilidad de las empresas y las regiones». Todo mientras le precio del crudo sigue bajando sin poder adivinar cuándo cambiará de dinámica.
Medvédev (y Rusia) ante el espejo
Las próximas elecciones serán en septiembre de este año. Hasta entonces toca observar detenidamente los pasos que va dando el país, tanto en lo relacionado con la economía como en el ejercicio de la democracia. Conviene poner la lupa en el desarrollo de las medidas promovidas por Medvédev y evaluar si su intervención del pasado mes de septiembre ha conseguido resultados o no era más que un discurso hueco. ¿Será Rusia capaz de introducir un sistema económico más independiente del gas y el petróleo abriéndose a la inversión extranjera, principalmente europea? Para salir de dudas, tomaremos como termómetro las intervenciones del primer ministro, quien, al año de estar en el poder, mostró su asombro ante los niveles de «la actual situación de nihilismo jurídico para que las leyes se cumplan al pie de la letra» y ante el maltrato a las libertades individuales. De la misma manera que la situación de la justicia en Rusia no se ha solucionado, las libertades individuales siguen encontrando resistencia para ejercerse con plena facultad; así que Medvédev está ante una de las últimas oportunidades para dar el paso que necesita el país o quedar retratado.