Durante los últimos años, ha habido un creciente interés por desarrollar métricas para estudiar el bienestar subjetivo. Cada vez es más frecuente que académicos, gobiernos e instituciones internacionales acudan a ellas como medidas complementarias de progreso económico y social. Los niveles de satisfacción de vida, enfermedades mentales declaradas, y/o estados de ánimo —desde la alegría al estrés— pueden ayudarnos a comprender una serie de comportamientos (así como sus beneficios o costes sociales) a través de individuos, países y generaciones.
Existen numerosos estudios que han encontrado patrones recurrentes entre la felicidad y otras variables como el empleo, el estado civil y/o los ingresos, lo que a su vez conduce a diferencias en los perfiles de inversión, productividad, conducta de voto y las actitudes hacia la salud.
La relación entre edad y felicidad —que a menudo se conoce como «la curva de la felicidad»— es particularmente sorprendente debido a su consistencia a través de individuos, países y culturas. La curva (que tiene forma de U) implica que la felicidad disminuye desde los primeros años de la etapa adulta hasta la mediana edad. A partir de ese punto, incrementa con la edad, con niveles de felicidad más altos a medida que envejecemos. Aunque la forma exacta de la curva difiere entre países, el punto de inflexión (o el punto más bajo de la felicidad) oscila entre los 40 y 60 años.
La curva de la felicidad es particularmente sorprendente debido a su consistencia a través de individuos, países y culturas
La edad que corresponde al punto más bajo de felicidad también varía dependiendo de dónde se sitúa cada individuo en la distribución del bienestar. Es decir, el punto de inflexión cambia en función de cuán felices o infelices somos (que está a su vez relacionado con el carácter innato). Utilizando las encuestas de Gallup y dividiendo los países según su nivel de felicidad, encontramos que el punto más bajo para los países más felices se encuentra alrededor de los 47 años; para los del medio, en los 58 años, y para aquellos menos felices, en torno a los 61 años.
En un estudio elaborado junto a Carol Graham[1], exploramos cómo varía esta relación en varios países de todo el mundo. Usamos datos de encuestas de hogares elaboradas por Gallup entre los años 2005 y 2014 con una media de 6.400 observaciones por país. Para medir la felicidad, recurrimos a la pregunta de la escalera de la vida de Cantril, donde los encuestados deben imaginar una escalera con peldaños del cero al diez (siendo cero la peor vida posible y diez, la mejor) y ubicar el punto en el que se encuentran. Para nuestro análisis, controlamos otras variables como el estado civil, el sexo, el empleo o la educación. La figura 1 muestra los puntos de inflexión para todos los países en los que se dispone de datos, donde los colores más oscuros corresponden a puntos de inflexión más altos.
Si comparamos entre países, observamos que las curvas empiezan a ascender antes en los países más felices. Esto significa que la gente tiene más años de felicidad en promedio. Países como Australia, Reino Unido o Dinamarca —donde los puntos de inflexión se sitúan alrededor de los 44 años— son ejemplos de ello.
En los países más felices, la gente tiene más años de felicidad en promedio
Por otro lado, los países con niveles más bajos de felicidad (Rusia, Polonia y Kosovo, por ejemplo) tienen curvas con puntos de inflexión entre los 61 y los 75 años. Aún más preocupante: estos países tienen una menor esperanza de vida (71 años en Rusia y Kosovo, y 77 años en Polonia), lo que significa que hay menos vida feliz[2] .
Curiosamente, existen algunos países con niveles relativamente bajos de esperanza de vida como India (66 años), Sudáfrica (57 años), o Mongolia (68 años), donde la curva empieza a ascender a una edad relativamente temprana (35, 45, y 51 años, respectivamente). Todavía estamos examinando la relación entre esperanza de vida y la curva de felicidad, pero es posible que esto venga dado por un ajuste de expectativas, rasgos culturales o algún otro elemento que no estamos observando.
Son muchos los estudios que tratan de entender esta curva y sus condicionantes. Muchos de ellos han ido más allá de la dimensión de la felicidad, estudiando la relación entre la satisfacción de vida y el trabajo, la edad y el uso de antidepresivos en EE.UU. y Reino Unido, la edad y la evolución de las enfermedades mentales en China, o, incluso, la felicidad de los chimpancés y orangutanes a medida que envejecen. Los resultados son notablemente consistentes: siempre aparece una curva en forma de U en relación a la edad y la satisfacción de vida, y una curva inversa para la evolución de enfermedades mentales o el uso de antidepresivos.
Ampliamos este enfoque en nuestro análisis y exploramos la relación entre el estrés y la edad según los distintos niveles de felicidad. Para nuestra categorización, dividimos los países en tres grupos: los países más felices (con una desviación estándar por encima de la media), los menos felices (con una desviación estándar por debajo de la media), y aquellos que se encuentran entre estos dos grupos. Una vez más, controlamos por estado civil, sexo, empleo y educación.
Como se muestra en la Figura 2, el estrés presenta una curva a la inversa, aumentando hasta un cierto punto (34, 47, y 56 años de edad, desde el más feliz al menos feliz respectivamente) y disminuyendo a partir de entonces, con niveles de estrés más bajos a medida que envejecemos. Para los 52 países estudiados, la curva de la felicidad aparece para todos, mientras que la curva de estrés es válida para 40 países (el 77 %).
El estrés presenta una curva a la inversa, aumentando hasta una cierta edad y disminuyendo a partir de entonces
Aún queda mucha investigación por delante para entender completamente la relación entre la felicidad y la edad. Sin embargo, la evidencia en todo el mundo sugiere que la curva de la felicidad es notablemente consistente, aunque con variaciones entre países. Todo apunta a que se debe en gran medida a una combinación de factores biológicos, genéticos y ambientales. Para los mayores de 40 años es una buena noticia: lo mejor está por venir. Para los más jóvenes, proporciona algo de sabiduría: la paciencia dará sus frutos. Y para aquellos que son naturalmente felices, o que viven en países más felices, lo mejor durará más tiempo.
Este blog fue originalmente publicado en inglés en la página de The Brookings Institution: Is happiness just a matter of waiting for the right age?
[1] ^Los resultados del estudio forman parte de un trabajo de investigación en curso de publicación.
[2] ^Para un ranking mundial de países sobre la felicidad, véase el Reporte Mundial de Felicidad.
Esta curva de la felicidad es mucho mejor que la otra, que bastantes veces es sólo curva
Chiste bastante malo el mío, ciertamente.
La paciencia es la madre de la ciencia (de la sabiduría) pero que difícil es a menúdo tenerla. La presión social es muy complicada de sobrellevar.
Me resulta curioso como, si entiendo bien la curva, mejora nuestra felicidad a partir de los 60, es decir, cuando vamos envejeciendo…y cuando la perspectiva de la muerte es, en principio más próxima. ¿Tienen que tener los jóvenes, y los de 40-50, entonces paciencia ante esta presunta mejoría a partir de los 60?. No lo se. Cada uno con su vida…Es todo muy extraño. Tiene un punto de consternación como los humanos intentamos oponernos al caos. Y lo muy difícil, y en cierto modo «inútil» que resulta, ante el hecho de la muerte.
Suponiendo que el caos exista y no sea, simplemente, la realidad todavía no explicada. Si es así, ¿se puede explicar? ¿Hasta que punto?. No lo se. En cualquier caso creo que la felicidad va por momentos, fluctúa, depende de muchos factores y de cada persona. Si, en lineas generales, no somos infelices ya bastante es. No hay que ser soberbios, viendo tanta infelicidad. Por lo demás, la acepción de ciencia generalmente no va claramente asociada a la de sabiduría, más bien se utiliza de una manera un poco distinta. La sabiduría es un concepto más «amplio» generalmente. Aunque en el dicho «la paciencia es la madre de la ciencia» se puede entender en ambos sentidos, como la madre de la ciencia en sentido estricto y/ como la madre de la sabiduría. Un saludo y perdón por la digresión.
y/o