Carlos Solchaga (Tafalla, 1944) se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios de postgrado en la Sloan School of Management del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Fue ministro de Industria y Energía (1982-1985) y posteriormente ministro de Economía y Hacienda (1985-1993). Durante su mandato, llevó a cabo la reconversión industrial, implantó el IVA e impulsó el «decretazo» que redujo los subsidios de desempleo, estas y otras reformas le pusieron en el punto de mira repetidas veces. Entre 1991 y 1993 fue también presidente del Comité Interino del Fondo Monetario Internacional (FMI). Hoy es socio fundador de Solchaga Recio & Asociados, una empresa que presta diversos servicios de consultoría económica y asesoramiento a la alta dirección de las principales compañías españolas y europeas. Aprovechando su visita a Washington DC, nos sentamos con él y hablamos sobre su recorrido profesional y el estado de la economía española.

 

En 1990, el presidente Felipe González le describió como «un jugador de tran-tran, un corredor de fondo, a quien le gusta la política y por eso siempre estará con ella». ¿Sigue siendo el mismo fajador de la política de antes?

Lo de ser fajador tiene mucho más que ver con el carácter de una persona, sea esta la política o cualquier actividad a la que uno se dedique. Lo que es evidente es que Felipe se equivocó porque a estas alturas de mi vida ya no estoy dedicado a la política.

Siempre he pensado que en la política los triunfos de corto plazo y las victorias inmediatas (por muy brillantes que sean) no conducen a nada si no tienes un proyecto y una estrategia a largo plazo. En eso tuve la fortuna de formar parte de una generación que trataba de consolidar la democracia, modernizar nuestro país y asegurar la tolerancia, haciéndolo más o menos homologable a lo que teníamos a nuestro alrededor. Fue una tarea en la que se puso mucha gente, no solo del Partido Socialista sino también algunos militantes de la Unión de Centro Democrático y, quizá en menor medida, la gente que venía de la Alianza Popular, que más bien representaban la defensa de los intereses residuales del franquismo.

Fue una tarea clara, una tarea de largo plazo. Ahí se mostró cual era el temple de los políticos. Aquellos que simplemente buscaban las victorias a corto plazo, la brillantez de un debate o la rapidez de una respuesta sencillamente se quedaron en el camino. Quienes tenían las ideas claras y esfuerzo continuado llegaron a constituir —no diré que una clase política (que no es una categoría de análisis que a mi me parezca muy relevante)— un conjunto de personas que sirvieron claramente a los intereses de sus conciudadanos de una manera exitosa.

 

Su famosa frase «prefiero que me rompan la cara antes que perderla» pasó a la historia. ¿Cree que los políticos de hoy se aplican el mismo cuento? ¿Son las dimisiones una cosa del pasado?

Ni de ahora ni de siempre. Hay mucha gente que prefiere eludir la responsabilidad y evitar sacar las conclusiones evidentes. A veces se cree que cuando se comete un error político grave, la gente o lo olvidará o se lo perdonará. Yo creo que esa actitud ante la política y ante la propia actuación de uno mismo es tremendamente mala. En política es absolutamente crucial para la moral social que exista algún tipo de sanción reconocida. Si usted ha cometido un error, usted debe reconocerlo y debe aceptar la dimisión en lugar de tratar simplemente de sobrevivir. Algunos creen que la finura política consiste en eso: en pasar desapercibido por las circunstancias más contradictorias y sobrevivir a todas ellas. Acabar flotando en cualquier circunstancia. Es posible que para algunos lo sea, para mí eso no tiene ningún valor.

En política es absolutamente crucial para la moral social que exista algún tipo de sanción reconocida

A pesar de que la situación sigue siendo complicada, algunos datos macroeconómicos muestran signos de mejora e indicios de que España está saliendo de la crisis. ¿Se puede ver la luz al final del túnel?

Probablemente sí, aunque seguramente hará falta terminar alguna de las reformas que se han emprendido (particularmente dentro del mercado de trabajo) y, en todo caso, evitar las contrarreformas que algunos tienen en la cabeza si llegaran al poder, porque eso sería claramente maligno. Pero es cierto que el saneamiento del sistema financiero, la progresiva (aunque lenta) mejora de la situación del balance tanto de las empresas como de las familias y, por tanto, el desapalancamiento del exceso de deuda que antes existía y la reforma laboral (que está permitiendo un crecimiento tanto del empleo como de la actividad) están contribuyendo a que la economía se esté recuperando, aunque con problemas evidentemente.

En estos momentos, estamos muy lejos de alcanzar lo que podríamos llamar la normalidad. Por ejemplo, aun cuando este año está creciendo la matriculación de automóviles alrededor de un 30 %, si este año hubiera matriculados alrededor de un millón de automóviles (que no estaría nada mal) estaríamos todavía un 35 % por debajo de los que se matriculaban en el 2007. Por otro lado, si este año se duplicara el número de viviendas que se inician respecto del año pasado, estaríamos todavía en un 80 % por debajo de las que se iniciaban en el 2007.

Lo cierto es que la profundidad de la crisis ha sido sencillamente inimaginable: caídas gigantescas de la producción industrial, en los transportes y los servicios y, sobre todo, el aumento del desempleo hasta unos niveles absolutamente increíbles en un país donde, estructuralmente, el desempleo siempre ha sido muy elevado en las últimas tres décadas. Ha sido algo de lo que simplemente habíamos leído en los libros de historia cuando se hablaba de los años trágicos de la Gran Depresión. De manera que, hay luz al final del túnel pero queda todavía mucho túnel.

 

Los datos macroeconómicos son solo una parte de la historia. ¿Qué hay de la confianza y el malestar de los españoles? ¿Cómo se cambia la actitud del «ahorro preventivo»?

Sobre esto del ahorro preventivo hay dos actitudes. La actitud que le gustaba a Keynes en donde la demanda agregada es el motor más importante de una economía y en la que, por lo tanto, hay que incrementar el gasto para estimular el trabajo, incrementar la renta y, a largo plazo, tener más ahorro. Y por otro lado, están aquellos que tienen una visión más puritana de la vida y que apoyan una visión preventiva de las necesidades futuras en donde ahorrar mucho siempre es bueno. La verdad es que en estos momentos en España (pero también en otros muchos países) el nivel de consumo está por debajo del nivel al que debería estar. Pero claro, cuando has ido adelantando el consumo en los años buenos, endeudándote por encima de tus posibilidades, tampoco estás en posición de des-ahorrar mucho más (más bien al contrario) y tienes que hacer un esfuerzo de ahorro para conseguir, antes o después, desapalancar tu situación económica.

En todo caso, yo creo que, si se mantiene un tipo de cambio bajo del euro frente a las demás monedas (y particularmente frente al dólar) y un precio del petróleo relativamente bajo, Europa se va a ir recuperando lentamente. A pesar de que la orientación de la política fiscal ha sido excesivamente restrictiva, lo normal es que poco a poco vayamos consiguiendo aumentar la demanda efectiva, las exportaciones de nuestros países (y las de España en concreto) y que esto permita, al mismo tiempo, generar más consumo, empleo y crear ahorro suficiente como para ir lentamente despalancando la situación de las familias españolas.

Si se mantiene un tipo de cambio bajo del euro y un precio del petróleo relativamente bajo, Europa se va a ir recuperando lentamente

¿Estamos condenados a vivir con altas tasas de desempleo?

Yo espero que no, pero es verdad que la capacidad de nuestro país para enfrentar, analizar y buscar salidas al problema de desempleo ha sido hasta ahora decepcionante.

Te pongo el ejemplo de mi época, cuando el desempleo osciló entre el 22 % y el 15 %. Durante muchos años estuvimos persuadidos de que una parte muy importante de aquellos supuestos desempleados no estaban en desempleo o, al menos, tenían algún tipo de renta irregular, y que por tanto el país estaba quizá exagerando el reflejo estadístico del problema del desempleo. Lo cierto es que nunca hemos sabido analizar bien qué porcentaje de todo esto era empleo irregular y qué porcentaje de ello era auténtico desempleo. El no saber delimitar un problema hace mucho más difícil analizarlo y, desde luego, casi imposible saber cómo resolverlo.

Tengo la convicción de que, en última instancia, la sociedad española no puede ser muy diferente de las de su entorno europeo. Y que, con toda probabilidad, estamos hablando de cifras exageradas de desempleo que, en la medida en la cual exista una mayor flexibilidad de la oferta de trabajo a los salarios reales y una política de cobertura de prestaciones y subsidios por desempleo, podremos llegar a algo mucho más homologable.

Siempre he criticado el hecho de que la psicología de un español cuando tiene la desgracia de caer en el desempleo es la de preguntarse cuál es el periodo que le queda de subvenciones. La mayor parte de ellos no empiezan a buscar trabajar sino el último mes o los dos últimos meses del periodo al que tienen derecho. Se supone que la prestación por desempleo es algo sustitutivo de un salario que debería ser la situación normal y deseable para todos. Esta tendencia ha hecho que hayamos creado una situación tan peculiar y diferente al resto de Europa que a veces no sabemos cómo explicarla ni nosotros mismos.

Ciudadanos es una irrupción que lo que va a hacer es contribuir a una reasignación de los votos de la derecha y el centro derecha más que a promover ningún cambio en el equilibrio ideológico del mismo

Podemos y Ciudadanos: ¿Amenaza u oportunidad?

Ahora no lo sabemos y conviene no compararlos. Ciudadanos no es nada particularmente nuevo: son un partido de centroderecha, con visiones más o menos liberales, que de alguna manera puede tener su homologación en docenas de partidos de los países que antes se llamaban occidentales. Ciudadanos lo que va a hacer probablemente es contribuir a una reasignación de los votos de la derecha y el centro derecha en nuestro país, más que a promover ningún cambio en el equilibrio ideológico del mismo.

Otra cosa muy diferente es Podemos, que si uno se fija en los aspectos externos —su coalición con el bolivarismo, que nazca de la universidad y de profesores de política mucho más relacionados con la idea de modelos ideológicos que con la idea de la gestión del cambio y el hecho de que se haya iniciado como un movimiento popular— hace de ellos una fuerza que, por lo novedoso, uno no sabe a qué atenerse. Y, en ese sentido, produce mucha mayor incertidumbre que la que pueda producir Ciudadanos. Por supuesto, el movimiento de Podemos no es una cosa que esté cristalizada. Lo cierto es que ha venido cambiando en los últimos meses a una velocidad absolutamente asombrosa y, que de ser un movimiento radical, antisistema y por tanto, desconfiado de todas las estructuras e instituciones políticas de una democracia representativa, ha pasado a cambiar muchos de sus aspectos más significativos como el repudio de la deuda.

Los aspectos externos de Podemos hacen de ellos una fuerza que por lo novedoso, uno no sabe a qué atenerse

¿Cree que la gente reacciona ante este cambio de mensajes?

Todavía es temprano para decirlo, pero aquellos que estuvieron en las posiciones idealistas sí están viendo que esto no es aquello por lo que ellos habían luchado o el tipo de programa que habían anhelado. Pero, como digo, todavía es pronto para saber cuál es el efecto sobre el respaldo que al final pueda tener Podemos. Está a prueba.

Con esto, y contestando a tu pregunta de si es o no una oportunidad la que se abre, es evidente que sí. Al mismo tiempo, lo que parece también evidente es que a corto plazo, aunque no de una manera necesariamente irreversible, nos vamos a enfrentar a una situación diferente a la que España ha vivido desde 1978 con, digamos, un bipartidismo imperfecto. Es claramente una oportunidad en la que España no va a ser una rara avis. Esto está pasando en el Reino Unido con partidos como el United Kingdom Independence Party (UKIP) y el Scottish National Party (SNP), en Alemania tenemos la gran coalición entre los socialdemócratas (SPD) y los democristianos (CDU), Italia y los países nórdicos también tienen un gobierno de coalición… En definitiva, la cultura de coalición y la situación de no bipartidismo es más bien la regla que la excepción.

 

¿Cree que la cultura de coalición ha venido para quedarse?

No, esto es lo que no estoy todavía seguro hoy por hoy, en el caso de España al menos, sobre todo si pensamos en Podemos porque es algo que puede tener su explicación en una situación de grave crisis económica y social. Sin embargo, no parece que estén tan asentados como para asegurar que va a ser una fuerza con presencia a largo plazo.  Podría serlo después de padecer una transformación tal que difícilmente reconocería uno lo que eran en el origen.

Todavía es temprano para decir que se acabó el bipartidismo para siempre, pero tampoco hay que asustarse ni preocuparse excesivamente por que tengamos que buscar consensos. En todo caso, los políticos tienen la obligación de buscar vías imaginativas y honestas para tratar de poner en común salidas que de otro modo no podrían encontrarse.

La cultura de coalición y la situación de no bipartidismo es más bien la regla que la excepción

Hablemos de la protección social y su sostenibilidad. ¿Está el gobierno actual desmontando lo que ya teníamos construido? ¿Hay vuelta atrás?

El gobierno actual ha hecho dos o tres cosas particularmente graves. Primero, en sanidad, donde ha tenido poco cuidado y además ha tenido siempre una cierta inclinación a privatizar los centros de atención de salud, hospitales, etc. Digo errónea porque en el caso de España tenemos un sistema de salud pública extraordinariamente bueno y extraordinariamente barato. Esto indica nuestro grado de eficiencia pero también que Ellos son los grandes sacrificados de nuestro sistema. Lo que ha tratado de hacer el Partido Popular ha sido un error bastante grande porque, al final, te ahorra cantidades relativamente pequeñas y desdibujas la calidad del servicio de salud para los españoles. Volver atrás en esta gran conquista social es un disparate. La segunda cosa tiene que ver con la educación. España es un país dotado de excelentes carreteras, el mejor dotado en ferrocarriles de alta velocidad, pero a veces se nos olvida que deberíamos estar invirtiendo mucho más en capital humano. Ahorrar en educación es un gravísimo error.

Un tema diferente es el tema de las pensiones. Ciertamente, las leyes de las matemáticas y las de la demografía acaban imponiéndose y dejando un margen de maniobra extraordinariamente pequeño. De hecho, el alargamiento de la edad de jubilación que ya se decidió en el año 2010 (y que se está produciendo ya de manera gradual) será una medida absolutamente necesaria. Hasta que no empecemos a tener un aumento considerable de las cotizaciones a la Seguridad Social no es previsible que podamos tener una política de pensiones más generosa que la actual. Habrá que pensar si existen otro tipo de sistemas complementarios con el objetivo de garantizar y mejorar lo tenemos hasta ahora y que, por cierto, ha salvado de la pobreza a la que se enfrentaba el 85 % de la población en la tercera edad.

Sería quizá exagerado decir que han desmontado el sistema pero es verdad que han hecho cosas que habrá que corregir en un próximo futuro. Estas tres cosas que algunos creerán que son objetivos sociales antiguos o sobrepasados siguen siendo condiciones básicas de una civilización digna de ese nombre. No tenerlas  constituyen diferencias enormes de cómo contempla uno el temor a los cambios, su futuro o el futuro de sus hijos.

 

Mi generación: ¿crees que podremos (y sabremos) sacarnos las castañas del fuego solos?

Seguro, seguro que lo haréis. Primero porque tendréis una formación mejor que las generaciones anteriores, y segundo porque yo no encuentro en las generaciones actuales, por más que a veces los viejos suelen decir eso de los jóvenes, menos virtudes o motivaciones. Y estas dos características son los grandes motores de la historia. Seguro que lo haréis. ¿Y cómo lo haréis? Eso ya es cosa vuestra.

Lo que sí es verdad, es que lo habréis de hacer en un contexto donde seguramente la frontera tecnológica va a ser menos restrictiva que la de generaciones anteriores, pero donde al mismo tiempo la globalización económica y la aparición de nuevos países emergentes ——que imponen las reglas del juego más bajas en materia de salarios, por ejemplo— os impondrá más restricciones de carácter económico y competitivo. Y esto probablemente los tendréis que tener en cuenta tanto si os gusta como si no, porque aquel ensueño de que nuestra vida es la que hacemos entre nosotros y unos pocos más y que somos unos ciudadanos de un país relativamente pequeño apenas afectado por lo que pasa en el resto del mundo, eso quizá no ha sido nunca verdad pero hoy lo es menos que nunca.