Vladimir Putin es sin duda alguna uno de los personajes políticos que más presencia en los medios tiene actualmente. Su eterno rostro serio con aires imperiales y de grandeza es su sello distintivo por excelencia, un rostro que genera respeto y temor por iguales tanto en Rusia como en el exterior, especialmente en occidente.

A nivel europeo, ningún líder político tiene tanto carisma o goza de la popularidad del presidente ruso. La figura de la canciller alemana Angela Merkel es la única que se le puede acercar en cuanto a personalidad, pero a la hora de la verdad, el señor Putin es el que se lleva siempre este particular galardón. Prueba de ello ha sido la gestión de la crisis de Ucrania por parte de los jefes de gobierno occidentales, que se han centrado mayoritariamente en advertir de las consecuencias económicas y políticas que podría tener la resolución del conflicto para el líder ruso, no dando su brazo a torcer en ningún momento y mostrándose como un personaje duro de roer y poco dispuesto al diálogo.

Pero ningún personaje o líder político es infalible o goza de invulnerabilidad frente a los problemas que se van generando a lo largo de una legislatura o de un mandato. Teniendo la política nacional más que controlada y las amenazas externas calmadas en la actualidad después del conflicto en Ucrania, lo único que puede acabar con la figura de Putin es una ciencia basada en el comportamiento irracional del ser humano: la economía. Y es que la crisis económica es la gran amenaza que se cierne sobre el líder ruso, un elemento difícil de combatir debido a que escapa de su control, como si se tratara de las consecuencias que provocaron las condiciones meteorológicas en el ejército de Napoleón en su campaña por Rusia.

Putin ha sido el punto de unión entre dos generaciones clave de la historia contemporánea

Una de las grandes ventajas de Putin ha sido siempre haber sido el nexo de unión entre dos generaciones y épocas clave dentro de la historia contemporánea: la generación de que lideró una de las grandes potencias durante la guerra fría con puño de hierro y aquella que se puso de acuerdo en la creación de una Rusia bajo un sistema apoyado en los derechos y valores democráticos. Desde su juventud, Putin siempre supo adentrarse en la esfera política y social de la Unión Soviética, licenciándose con honores en la Universidad Estatal de Leningrado para luego ser reclutado por el KGB.

Putin fue enviado por el KGB a Alemania Oriental entre 1975 y 1990, adquiriendo la capacidad necesaria para lograr el cargo del director de Servicio Federal de Seguridad, organismo que sustituyó al antiguo KGB. Vladimir empezó a acercarse a la política en 1991, cuando fue nombrado asesor de Anatoly Sobchak, alcalde por aquel entonces de San Petesburgo. Todo ello le sirvió para encarar las elecciones del año 2000 con solvencia y ganarlas al frente del partido político de Rusia Unida.

Las elecciones del año 2000 fueron clave en la historia de Rusia, puesto que desde entonces Vladimir Putin se ha erigido como el hombre fuerte de Rusia. Con Putin se adoptan nuevas directrices tanto en política nacional como internacional, se sustituye la labor de cooperación y de cordialidad con Estados Unidos y el resto de Occidente por el bloqueo de las políticas norteamericanas y la apertura del debate sobre el liderazgo mundial. Putin siempre se ha mostrado partidario de crear diferentes focos de liderazgo o de control a lo largo de todo el globo frente a un mundo unipolar comandado por Estados Unidos.

El líder ruso también se ha mostrado como un presidente fuerte en política nacional, empleando todo su poder e influencia a la hora de resolver cualquier conflicto. Prueba de ello fue la falsa presidencia de Dmitri Medvedev entre los años 2008 y 2012, debido a que fue una legislatura gobernada por Putin desde las sombras, convirtiendo a Medvedev en un simple hombre de paja. Esta hipótesis se demostró en 2012, cuando Vladimir Putin nombró a Medvedev como primer ministro para nuevo su mandato. Esta jugada se realizó bajo la premisa de que la Constitución Rusa no permite que un presidente gobierne durante tres mandatos consecutivos. Por ese motivo, Putin es el hombre fuerte de Rusia desde el año 2000, gobernando el país sin una Constitución que le limite sus poderes y vigilando muy de cerca cualquier atisbo de oposición.

El presidente ruso busca desmantelar o neutralizar cualquier fuerza que se oponga a su mandato o gestión

El tema de  la oposición a Putin merece una mención aparte, debido a que el presidente ruso se encarga personalmente de desmantelar o de neutralizar cualquier fuerza que se ponga en contra de su mandato o gestión. El caso más llamativo fue el de Mijáil Jodorkovski, el magnate y antiguo propietario de la petrolera Yukos que llego a pasar más de diez años en prisión por diversos delitos económicos, entre ellos robo y corrupción. Jodorkovski era el hombre más rico de Rusia hasta que decidió posicionarse en contra de las directrices marcadas por el Kremlin, motivo suficiente para que Putin tramara su ingreso en la cárcel a través de una serie de delitos nada claros. En diciembre del año pasado, el antiguo magnate logró el indulto del presidente Putin, teniendo que emigrar a Zúrich para tratar de labrarse una nueva vida fuera de su país. ¿Un remordimiento de conciencia por parte del poderoso presidente ruso? Más bien la voluntad de demostrar que nadie puede contradecir al autentico zar de Rusia.

Y es que Putin siempre ha optado por aplicar una línea dura para impedir la articulación de una auténtica oposición, poniendo en práctica decretos presidenciales que sancionan cualquier tipo de manifestación con multas de más de 7.000 euros. Dicho esto, ¿existe alguna amenaza que pueda frenar el poder notorio que posee el zar de Rusia? Por desgracia para él, existen dos problemas graves relacionados entre sí: La crisis económica provocada por las sanciones occidentales tras el conflicto de Ucrania combinada con una inesperada caída en los precios del petróleo. Esto ha provocado un fuerte retroceso del rublo, generando una mayor inflación y una inminente recesión en la economía del país.

Después de haber ido acumulando todo el poder del país desde hace 14 años, la economía es lo único que puede dañar gravemente la popularidad y al mandato del zar que vino de los tiempos de la Unión Soviética para instaurar un sistema casi absolutista maquillado por unas elecciones presidenciales libres propias de una democracia asentada. Putin es el último líder soviético cuyo gran objetivo es frenar y desgastar las políticas que quiere impulsar Occidente para devolver la relevancia internacional que perdió a Rusia con la caída del muro de Berlín. Es imposible saber si ese objetivo se llegara a alcanzar, pero una cosa es segura: El último zar soviético volverá a ser elegido en las elecciones presidenciales de 2018 salvo catástrofe, convirtiéndose en uno de los presidentes más longevos de las democracias actuales y en un protagonista clave en la esfera política internacional durante los próximos diez años.