«Dime, ¿dónde están los amigos, los amantes del compás, los chicos borrachos de ritmo y de noches sin final?» se preguntaban los Brighton 64. Pues, ¿saben?, en Barcelona hay uno, Kiko Amat.

Recuerdo cómo llegué a él, cómo hace unos cuantos veranos apareció un colega con unas fotocopias sucias —mancha de líquido no identificable incluida— sostenidas por la clásica grapa torcida-colgante bajo un título que rezaba Manual de literatura para punks. ¿De qué va esto?, pensé. Esperaba un fanzine guarro, una chorrada magnífica y qué va, me encontré a Kiko Amat.

Dos días después me hice con Rompepistas, meses después con Cosas que hacen BUM y hasta el día de hoy ha sido esa dinámica la que me ha hecho devorar cada uno de ellos, salvo Chap Chap, su último libro, que por cierto se está presentando esta semana en Madrid y Barcelona. Eso quiere decir una cosa: ¡Gente! Esta semana va de pop y de guarradas varias, significantes y sofisticadas. A cualquier persona con dos dedos de frente le gusta una de las dos alternativas, así que no falten, hagan el favor.

Guarradas aparte, lo que encontré en sus libros fue a ese tipo que dice lo que tú querías decir pero no sabías cómo, a ese que se pasa el canon por donde le apetece sin que por ello el asunto pierda la gravedad que le corresponde, a ese con el que te partes el alma o de risa. Por no hablar de música, no me importa estar pareciendo una groupie sudorosa y chillona al decir todo esto, pero creo que es de los periodistas actuales que más sabe del tema —sujetador fuera, el de la groupie digo—.

Así que nervioso como un párvulo el día de Reyes, le escribí para ir a ver a los Buzzcocks, con la mala suerte de que las fechas lo impedían. Sin embargo, encontramos la solución rápida: unos tercios por la mañanita y una charla como la de abajo.

 

¿Por qué te marchas a Inglaterra?

En realidad la respuesta es muy sencilla, yo he sido anglófilo desde niño y mi cultura es esa. Me sonroja ocasionalmente admitir esto, porque me he tenido que reeducar en literatura española, de la que no conocía nada. Para empezar, rechacé los autores que me enseñaban en BUP y los tiré a la basura, estúpidamente, porque luego he visto que algunos autores estaban muy guais. Pero solo por el rollo antiautoritario ya se me cruzaron. En esa época toda mi cultura era inglesa, me enseñé inglés desde niño, aunque luego lo aprendí bien en la academia para poder leer las novelas que no estaban traducidas de gente que me interesaba, ensayos pop o lo que fuera.

Esa era mi cultura, así que a la mínima que pude me fui. Y la verdad es que me fui para pasar hambre, desempeñar trabajos de mierda y ver conciertos.

 

«Del orgullo y del recuerdo todo lo que puede salir es bueno,
créeme. No voy a cambiar»[1] dicen los Flechazos.
Me gustaría que me hablases de Sant Boi, porque de una u otra manera siempre está presente en lo que escribes, hasta lo llevas tatuado.

Sant Boi es un pueblo muy raro. Todos los pueblos son raros como todas las familias son psicóticas, depende de cómo lo relates. Para empezar tenía el manicomio, el centro psiquiátrico más grande de Cataluña y uno de los más importantes de España. Durante una época a los locos los mandaban ahí, e incluso durante una época anterior a la mía a los que no estaban locos también. A la que eras medio gay, medio loco o medio extravagante te mandaban ahí. Además como tenía una política de régimen abierto, los locos estaban todo el día en la calle. Esto no es una hipérbole, mis amigos y yo crecimos en bares con locos. El Sheriff de Rompepistas que controlaba el tráfico era real, se vestía de sheriff, se ponía una placa y controlaba el tráfico; pero lo bueno no es eso, lo bueno es que la gente paraba el coche. Eso es lo que define a mi pueblo. ¿Y de Andreu, qué te voy a decir de Andreu? Era el loco más famoso del pueblo, vi fotos de él con mi abuelo y tenía la misma puta cara, es inmortal. Quizás sea cosa de locos el no envejecer, pero han pasado cuarenta años y sigue igual ¿cómo lo ha hecho?

A parte de eso había un equipo de rugby que articulaba el pueblo. Yo formaba parte de esto ya no solo por el pueblo, sino también por familia: mi padre era un rugbista reconocido, notorio a nivel local, con lo cual, si creces rodeado de locos y deportistas y además eres totalmente alfeñique y desprecias completamente el deporte, Sant Boi se convertía en un sitio un tanto bizarro de para crecer. Pero lo que sí que había era bares…

Recuerdo un artículo en los ochenta de El Periódico de Cataluña que listaba a Sant Boi como el pueblo con el índice de alcoholismo más elevado y la gente en vez de horrorizarse lo colgaba en los bares y quedaba como si hubiésemos conseguido algo, aunque solo hubiese sido una cirrosis.

 

Los personajes de tus novelas siempre mantienen una relación de amor-odio con su hogar.

Esto es una paradoja que creo que no es mía, le debe pasar a mucha gente: el tener una vaga sensación de pertenencia y de orgullo de un sitio y sin embargo querer irse. Como dice Harry Crews, «hay una parte de ti que nunca se va». Yo estoy allí siempre porque, parafraseando a El padrino, tengo el mapa de Sant Boi en mi cara. Sigo siendo un chaval de Sant Boi y eso me aterra, [carcajada]. He intentado reinventarme como un hombre más articulado, pero nada, sigo siendo el zote santboiano de siempre.

Sant Boi es una especie de estigma y blasón, de orgullo patriótico y vergüenza tremenda… Nunca me decido.

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Hacía tiempo que no leía el final de una novela española y me emocionaba tanto como con Rompepistas. ¿Sabes, ese tembleque lacrimoso sostenido porque uno es un tipo muy duro? Justo eso.

¿Conoces la frase que dice «ha hecho llorar a hombres»? Rompepistas ha hecho llorar a skins, es difícil hacer llorar a un skin sin retorcerle un testículo, ¿eh? Yo lo he hecho, confesado en mi cara.

 

¿Por qué se acaban los fanzines? ¿Por qué se acaba la Escuela Moderna?

Esto tiene mucho que ver con cuando empiezas. Yo era un niño cuando empecé a hacer fanzines, cuando empecé a ser un mod. Yo tenía catorce años, literalmente salido de EGB. A todos los efectos eres un niño, un niño que empieza a tomar litronas, desayunar mil madalenas, pero no a tomar café. Claro, uno al final acaba hasta los huevos. Durante una época son vitales, incluso su equivalente digital, pero hay un momento en que se sobrerromantiza el asunto y se tienden a blindar contra toda crítica. Y yo que sé, hay fanzines muy mal escritos, hay algunos que no buscan en absoluto las fuentes ni las cuidan, hay fanzines feos que te cagas, aunque cada vez menos, ahora son preciosos. Hay líneas editoriales chulísimas, en concreto hay uno gallego que se llama Revista Porno que me encanta. Soy profanzine, pero no sé, me he cansado igual que me he cansado de hacerme trajes a medida como cuando tenía dieciséis. Ya tengo cuarenta y tres años, uno no va a estar toda la vida haciendo lo mismo. Ahora tengo dos hijos, no puedo estar yendo a la copistería todos los días como cuando me tocaba los huevos a los dieciocho.

 

Hablando de mods, ¿en qué momento decides dejarte flequillo y ponerte una parca?

Hablando de mods, hablando del corazón [carcajada de la fotógrafa, de entrevistador, y del autor]. Esto parece inventado, parece que lo diga para que encaje en mi biografia pero es la puta verdad: era anglófilo de niño, no lo llamaba así porque no conocía el término pero me fascinaba la cultura inglesa antes de conocer la música pop. Leía libros ingleses, Holmes, El monstruo del lago Ness, otras chorradas de bebé… Algún hippie diría que es algo reencarnatorio. Leí El día de los trífidos y otros que trataban sobre Inglaterra, así que romanticé el lugar, me imaginé aquello como una isla regida por otras leyes diferentes a las de los hombres, y entonces por puta casualidad, cambié de niño a teenager en una época de brote máximo de subculturas. En mi instituto había de pronto un montón de mods. Siempre lo explico como una revelación mariana, como si se me hubiesen abierto los cielos y hubiesen bajados unos ángeles rubicundos con liras a por mí. Yo vi en la puerta del instituto seis o siete tíos, con parcas horribles y motos muy feas pero churriguerescas y sobredecoradas, fumando y gamberreando y no me costó ni un segundo: dije yo quiero eso, no sé lo que es, pero yo quiero ser como estos tíos, así que firmé de inmediato. Claro que al principio no me hacían ni puto caso, era demasiado pequeño y mi madre no me dejaba ni salir de casa por las noches.

 

No podemos chOLYMPUS DIGITAL CAMERAarlar sobre subculturas y no hablar de Cosas que hacen BUM. Cuando pienso en Pánic Orfila, el protagonista de la novela, me recuerda a Los Negativos, más concretamente a Graduado en underground «No quiere hablar de historias que han quedado atrás, ¿qué vale más que un instante de verdad?».

Cosas que hacen BUM es una metáfora sobre los mods. Aunque dejase de ser mod en el 91, quería escribir una historia sobre el dandismo, la obsesión y la pasión; pilares sobre los que se articula la dialéctica mod. Me parece fascinante el gozo de vivir intensamente que supone El Movimiento. Yo quería explicar esto pero sin hablar de mods. Generalmente los libros que lo hacen son una ponzoña, son horribles, pero bueno me los he leído o al menos lo he intentado, y son muy malos por definición. Quizás sea porque esa experiencia sea inexplicable.

 

¿Se podría enmarcar cada una de tus novelas con una subcultura?

Simplificando, El día en que me vaya no se lo diré a nadie es mi libro más indie es un poco twee, sin ser cursi porque yo soy refractario a la cursilería. Cosas que hacen BUM es el libro mod, Rompepistas es el libro punk-skin y Cienfuegos, eres el mejor es el libro de cuarentón en caída libre. Rompepistas es mi libro favorito, no solo por romanticismo y melancolía, sino que es el que mejor me quedó. Lo hice muy rápido, en seis meses, aunque esto no es normal para mí. Me sentía tocado por la gracia, y lo dice un zote como yo.

Y esto es todo porque todo el mundo tiene una historia que contar, una, una nada más, siempre tienes muchas, pero hay una que es la que quieres contar, una que te llevaras a la tumba, la que dirás en tu último estertor de muerte, la de verdad. Todo lo demás está bien. Pero esa es la historia que quería contar, la de mis amigos. Hizo falta el paso de veinte años para poder tomar distancia y escribir esa historia.

 

¿Qué opinión te merece la prensa digital de este país?

Esto tiene que ver con tu talante y tu personalidad. Yo no soy de leer en pantalla y aparte, debido al autodidactismo, soy un tío que no tiene una educación formal o unos títulos que enseñar, no tengo nada, por eso mi educación no se ha terminado. Estoy en un proceso de autoeducarme y para ello tengo que leer un montón, por lo que no tengo tiempo para el articulismo digital. Tengo hijos, tengo un montón de libros que leer, tengo un montón de amigos que siguen insistiendo en ir a bares y por supuesto tengo que escribir un montón. Así que el rato de fisgar en la red queda reducido a nada.

 

El otro día leía que has tenido ciertos problemas con la censura.

A mí me han echado de todas las revistas de España, menos de La Vanguardia, Rockdelux y un par más. O me han echado o la situación se ha vuelto demasiado insostenible porque no había una afinidad. Yo creía que podía ser que el GQ o una revista así me diese una sección de música y luego comprendí que las cosas funcionaban de otra manera, a oído. «Hay un chaval graciosete que sabe de pop» cuando en realidad nunca te han leído y no saben que eres procaz y dices guarradas cada dos por tres. Pero esto ya no me pasa, ya les digo que lean alguno de mis artículos musicales previamente y luego si quieren volvemos a hablar.

 

¿Podrías decirnos qué productoras lo están haciendo bien en la actualidad?

Tengo muchos amigos en el medio y, como en un pequeño pueblo, acabas hablando de tus colegas. Yo me relaciono mucho con los chicos de La Castanya! que llevan a Aries, Nueva Vulcano, etc.

 

¿Cuáles son tus grupos preferidos? ¿Qué grupos del país te gustan?

Vuelvo a mis amores de siempre, que me gustan y me no dejarán de hacerlo, Los Beat, los Dexys… Puede que haya algunos que sean baratos y cutres, pero me siguen explicando. No soy un vejete nostálgico y me encanta escuchar cosas guais. Respecto a grupos españoles podría hacerte una larga lista: me gusta mucho Nueva Vulcano, soy muy fan, diría que es uno de mis grupos favoritos de España por todo; me gusta el Último Vecino quizás porque me recuerdan a El último de la fila; y me gusta mucho Aries, es casi mi música favorita española. Me gustan muchos grupos, pero sobre todo lo que me gusta es verles en directo.

 

¿Cuáles fueron el primer casete y el primer LP que te compraste?

El primero que me compré en mi vida fue el Thriller de Michael Jackson, lamentablemente, a los trece. Luego empecé a comprarme cintas de grupos que me molaban, Jam, Costelo, Joe Jackson, Who; y el primer LP fue el álbum debut de los Doors. Sí, no sé por qué.

 

A mí me pasa una cosa cuando los escucho…

¿Qué que te imaginas Vietnam o qué? A mucha gente le pasa eso.

 

¿Cómo logra un tipo sin carrera, desconocido, escribir en un medio y bajo unas firmas semejantes?

A veces parece que el autodidacticismo y el proporcionarte una educación sea el camino fácil. En realidad no lo es, sino todo lo contrario. No es por hacerme el heroico, pero desde luego autoenseñarte es mucho más jodido que si un señor te enseña cuatro cosas. Uno debe buscarse los mentores, las inspiraciones, la dirección, el canon de música pop, de libros o de lo que sea. Con lo cual se llega con supremo esfuerzo, no lo quiero poner como algo más sentimental de lo que es.

Además para esto de escribir se requiere cierta proclividad, esto te tiene que gustar mucho desde muy temprano en tu vida. A los treinta de repente no descubres que te gustaría pergeñar un par de sonetos isabelinos. En quinto o sexto ya empezaba intentar escribir, en séptimo de EGB ya intenté escribir una novela. Cuando notas la proclividad y ves que tienes cierta gracia, no lo llamaría ni talento…lo haces, escribes. Si yo hubiese visto que jugaba bien al rugby habría intentado ser un jugador de rugby magnifico, pero no fue por ahí la cosa. Vi que a mis colegas y amigos de clase, les gustaba, les hacía gracia, incluso me obligaban a leer redacciones en público, así que se fue gestando poco a poco. Me gustaba la cultura oral, la guasa, mi abuelo era actor cómico, quizás por eso…

 

He leído por ahí que algunos agrupan tus novelas bajo el título de Trilogía de la adolescencia. Luego pienso en Rompepistas, y luego el día en que con quince llegué a casa con una alpha prestada y una turca de campeonato.

Y así debe ser, la vida se hace a base de rupturas generacionales, hay que rebelarse. No puedes ser como tu padre, ya tendrás tiempo de convertirte en un molusco acomodaticio y cobarde, pero a los diecisiete hay que rebelarse. Es obligatorio, es una parte de la educación. Que unos lo llevemos más lejos que otros, o que las tajas que agarremos unos sean más atroces y ridículas que las de otros no tiene nada que ver.

Recuerdo el día en que mis padres me sorprendieron viendo a Joaquín Sabina borracho, aunque en realidad ni siquiera lo estaba viendo, tocaba en un descampado y acabé allí. La primera vez les hizo gracia, la segunda vez no tanto porque vieron que había una dirección, que me juntaba con heavys, mods, malas compañías…

 

 ¿Contemplas otro tipo de escritura al margen de la escritura del yo?

Siempre digo la misma frase, esto no son Los inmortales donde deba quedar solo uno. Hay muchas disciplinas, muchos tipos de expresión. No me meto particularmente con eso. Simplemente mi naturaleza me lleva a este tipo de narrativa de la misma manera que a la música pop. Es lo que a mí me toca, lo que a mí me remueve el costalar por dentro, pero no necesariamente lo planteo como la única alternativa viable, solo es la que a mí me conmueve, los sentimientos que a mí me comunica esta narrativa.

 

¿Te ha supuesto problemas en el mundo del periodismo cultural?

No lo planteo como si fuésemos dos ejércitos enfrentados al alba, pero ellos son los que no admiten la parte del yo. En el periodismo se niega la aparición del yo y la aparición de la firma. De lo que se come se cría, yo vengo de leer articulista ingleses y españoles que estaban en cada línea. Aprendías tanto del grupo como del tío.

Sin embargo, creo que tiene que haber un proceso de distanciamiento, no todos los yo funcionan o son válidos, hay herramientas y hay que trabajar con ellas para que no parezca un vomito exhibicionista. La línea que te separa del vómito es muy fina, pero esa es la gracia, que la línea es fina y si la pasas la cagas. No se trata de algo fácil, requiere mucha edición y mucho curro.

 

¿Por qué crees que es tan importante ver la irreverencia de las cosas?

Lo hago para que la gente se tronche, pero también lo hago porque quiero explicar unas cuantas cosas que para mí son importantes. Vengo de una cultura de la desdramatización. Cuando uno de mis amigos tenía un trauma, un dolor de amores, un gatillazo inoportuno al alba o una crisis familiar, la forma de superarlo era desdramatizarlo y hacer mofa. Esto lo he visto desde que era un niño, y esto te hace. Las cosas que me producen auténtico rechazo son la cursilería y el victimismo, rechazo patológico. Ya desde mucho antes de escribir eran formas de enfrentarse al dolor que me parecían cobardes.

Si algo es una autentico antídoto contra la pena es el mal de muchos. Te dicen «bienvenido al club» como en Goodfellas. Te sientes parte de una enorme comunidad, que la gente te diga forget about it, eso ni es un problema, chaval, tomate otra, invitado y colleja de remate.

 

En tus libros siempre hay un apartado de agradecimientos musicales. ¿Influye mucho lo que estés escuchando a la hora de escribir?

Si influye, normalmente son cosas que no me distraen. Evidentemente no puedo escribir una novela escuchando a los Dexys, sería de locos, sería imposible concentrarme, empezaría a correr en calzoncillos por el salón y eso no es manerea de trabajar. Normalmente son cosas muy tranquilas, Mark Kozelek, Red House Painters, Sun Kill Moon… Hay cierta música que me va bien, me permite confesar cosas que no confesaría de otro modo.

¿Te gusta la literatura española contemporánea?

Lo que sucede es que cuando yo empecé a escribir, de los autores contemporáneos no me gustaba nadie, así es. ¿Bolaño? Bolaño lo he leído todo, pero lo veía y lo veo como otra disciplina, es como pensar en Melville. El tipo de literatura que no puedes replicar, algo que no puedes hacer y que no se parecía a lo que quería hacer.

La gente que ahora me gusta en aquella época hacia otra cosa. Por ejemplo Javier Calvo, a quien admiro y me gusta mucho en la actualidad, antes hacia literatura mucho más postmoderna y fragmentaria, algo que no me interesaba. La generación Nocilla, aparte de ser un gran fraude, me parecía un auténtico espanto, algo espeluznante, algo guay contra lo que reaccionar, algo por lo que escribir una novela para tratar de contrarrestar el supremo horror de alguno de sus libros.

Pero ahora sí creo que se están haciendo cosas buenas, como hacen Carlos Pardo, Miqui Otero, Javier Calvo, Carlos Zanon… y me chifla Santiago Lorenzo. Hay mucha gente que me gusta. Resumiendo, me siento mucho más acompañado ahora, aunque no tenemos un grupo con nombre en plan los estranguladores o mejor ¡LOS STRANGLERS! [Se ríe]. Sí que me siento cercano a estos tíos. Si antes pensaba en una foto de grupo me daban ganas de cagar, ahora si me veo parte de ello, pensaría «hacemos cosas distintas pero soy lector suyo, esta gente me gusta, esta gente es buena».

 

¿Y sobre articulismo?

En articulismo todavía hay más. Para mí Pablo Zarracina es el mejor columnista de España. Iñigo Domínguez también me gusta mucho, su libro Mediterráneo descapotable es increíble, igual que Arberto Arce en Novato en nota roja. Ese tío ha sido capaz de ir a lugares donde matan gente, contarlo y encima hacerlo de una manera rítmica. Creo que hay mucha gente fascinante ahora y que encima se juegan la vida, nada que ver conmigo que solo me juego una pequeña cirrosis. Hay gente increíble, sí.

 

 

PÁRRAFO PARA FREAKS Y NERDS: La entrevista se termina y pedimos otra. Veo cómo el camarero me mira como si fuese el hombre más torpe del mundo mientras intento apagar la grabadora que me ha prestado una compañera. No es que yo no sea ese hombre, que también, es que es una grabadora digna de la Estrella de la Muerte, de superproducción cinematográfica… y en una tasca, no sé, se me ha quedado grande. La logro apagar y saco los libros para que me los firme:

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«Bailar es lo que haces cuando aún no te has enterado de lo mal que están las cosas».

 

 

[1] Los Flechazos, En el Club, Héroes de los 80, “No voy a cambiar”[1990)