La historia de la creación del sello discográfico Creation Records es una de las pocas historias con final triste que no debería darnos ninguna pena.

Danny O’Connor no pudo elegir mejor nombre para el documental que dirigió relatando esta historia: Upside Down. Es efectivamente la historia de un gran apogeo y declive, pero un declive justificado. La persona que descubrió a uno de los grupos que más discos ha vendido en la historia de Inglaterra era un nerd sin muchos amigos e incluso un poco anti cool (todo lo que uno se imagina que no tiene que ser un productor y agente discográfico), que nada tenía aparte de su pasión por la música. Gracias a su talento para ver futuro en la música en artistas donde otros no lo vieron y un pequeño préstamo consiguió crear uno de los sellos  más importantes de la historia de Inglaterra y marcó la historia del British rock para siempre. ¿Como acabó? Eso es otra historia.

Alan McGee es un simpático escocés nacido en 1960, enamorado del punk y del rock psicodélico desde temprana edad. Deja el colegio a los 16 años con el sueño de convertirse en leyenda del rock and roll y crea junto a su amigo  Andrew Innes (que después sería guitarrista en la banda Primal Scream) una banda llamada The Drains que no llega muy lejos. Con solo 19 años, los dos deciden mudarse a Londres desde Escocia, por su amor a la música (y a la fiesta).

Es ahí cuando empieza lo que hoy llamaríamos su carrera de entrepreneur (no nos gusta darle connotación de negocio pero eso es lo que era). Con las 70 libras que gana a la semana con British Rail (un trabajo temporal que consigue nada más llegar a la ciudad inglesa), financia la actuación de bandas principiantes. Les paga para que toquen en un pequeño pub situado en Gloucester Avenue llamado Communication Club, y espera ver recuperada su inversión con el importe de las entradas. Pierde dinero todas y cada una de las noches. Se cansa de hacerlo y, durante un año, lo deja. Pero no por mucho tiempo.

Junto al público deseoso de ver punk en estado puro, en una habitación pequeña donde se respira rock, cuero, exceso y sudor, llegan los periodistas, y con ellos, los contactos, y con ellos los favores, tan importantes en la escena musical

En 1983, con tan solo 23 años, comienza un nuevo proyecto, The Living Room. Se trata de una sala en la que caben (apenas) 300 personas, en el segundo piso de un pub situado en Conway Street. Junto a sus dos amigos Dick Green y Joe Foster, el escocés busca bandas que les gustan a través de anuncios en periódicos, para contratarlas y que toquen en The Living Room (piden un préstamo para hacerlo) y cobran dinero por las entradas. Son agentes de toda la vida. Solo que Alan, Dick y Joe ejercen a la vez de «puertas» del local, de relaciones públicas, de amigos de los grupos, y quién sabe si de camareros también. Comienzan a darse a conocer en la ciudad. Mientras que a Communication Club acudían 30 o 40 personas a los conciertos, en The Living Room llegan a las 200 o 300 personas. Y junto al público deseoso de ver punk en estado puro, en una habitación pequeña donde se respira rock, cuero, exceso y sudor, llegan los periodistas, y con ellos, los contactos, y con ellos los favores, tan importantes en la escena musical. Alan dijo una vez que aunque los grupos que tocaran en el local no fueran buenos, el local siempre recibía buenas críticas en los periódicos del día siguiente.

Continúa con su trabajo en British Rail, pero mientras que ahí sigue ganando sus escasas 70 libras semanales, con The Living Room gana 500. Con ese dinero comienza su carrera de productor discográfico. Saca los primeros álbumes de bandas amateur y pierde dinero con todos ellos, pero tiene un modelo de negocio que le permite, por primera vez, vivir de la música. Las bandas tocan en The Living Room, el público paga dinero por las entradas, y con este dinero se pagan los singles de esas mismas bandas. Sencillo. Y es así como nace el sello discográfico Creation Records.

Cuando se le pregunta si tiene algún consejo para ser un buen manager, Alan contesta: «toma tantas drogas como los artistas que manejes. Sé más rock and roll que ellos»

En el 85 Alan escucha la demo del primer grupo que le lanzaría a la fama: The Jesus and Mary Chain. Creation saca los tres primeros álbumes de la famosa banda, y, por primera vez, se venden. Los chicos de Creation montan una oficina para llevar el negocio en el piso de encima de su casa, nada muy sofisticado, pero sirve de oficina aun así. En esa época, ya se sabe que a Alan le gusta quedarse hasta altas horas de la madrugada escuchando música y consumiendo speed. The Jesus and Mary Chain son cada vez más y más famosos, pero el sello Creation es pequeño y Alan no tiene los medios necesarios para darles la exposición que requieren. Y así, sin ni siquiera buscarlo, hace su primera gran operación. Creation vende Jesus and Mary Chain a Warner Bros.

El cantante de The Jesus and Mary Chain, Jim Reid, junto a Scarlett Johanson en Coachella, 2007.

El cantante de The Jesus and Mary Chain, Jim Reid, junto a Scarlett Johanson en Coachella, 2007.

Aunque el éxito se lo llevan otros, los Mary Chain abren la veda. The House of Love, The Weather Prophets o My Bloody Valentine vienen después. Todos son descubiertos por Alan, que por fin comienza a ganar dinero, poder y fama. Pero con esto vienen los excesos… Cuando se le pregunta si tiene algún consejo para ser un buen manager, Alan contesta: «toma tantas drogas como los artistas que manejes. Sé más rock and roll que ellos». Y lo lleva a raja tabla. En este punto, entre los años 1988 y 1992, es la revolución en Creation Records. Es el caos absoluto. Son un grupo de chicos jóvenes, enamorados de la música, con talento, con contactos, pasándoselo bien. Cuando a día de hoy se le pregunta al pelirrojo cómo era su día a día trabajando en el sello en esta época, contesta: «Estaba o de subidón o de bajón de drogas. Nunca estaba normal. O estaba high teniendo alucinaciones o estaba de resaca contratando a grupos. Nunca tuvimos una actitud de negocio serio hasta entrado el año 92»[1]. Tan pronto como ganaban dinero, lo gastaban;  bien para financiar las fiestas,  bien para reinvertir en nuevos grupos. Aunque firmara a grandes artistas, Creation siempre estaba en deuda con alguien.

Para Alan, cuando Sony Music les compra es el principio del fin. Creation pierde su autonomía, su categoría y reputación de sello independiente que tanto le costó ganar

My Bloody Valentine. Foto: Steve Double

My Bloody Valentine. Foto: Steve Double

En el año 92, el sello está a punto de la bancarrota y justo en ese momento Sony Music les compra. Siguen teniendo autonomía en Reino Unido para buscar bandas y promocionarlas, pero dependen de Sony para cualquier decisión económica. Para Alan, este es el principio del fin. Creation pierde su autonomía, su categoría y reputación de sello independiente que tanto le costó ganar. En este momento, Alan desaparece una época y se va a Manchester. Y hablamos del Manchester de los años 90: raves, música house, alcohol, más drogas… Creation se queda colgada.

Una noche en mayo de 1993 Alan acude a un pub a ver a unas bandas. Entre ellas, una formada por unos chicos con el pelo largo, todos muy jóvenes, con pinta de mods. Les firma en ese mismo instante. Son nada menos que Oasis

Una noche en mayo de 1993, Alan acude al King Tut’s Wah Wah Hut pub con un par de amigos para ver actuar a una banda del sello llamada 18 Wheeler, junto a otras bandas. Entre ellas, una formada por unos chicos con el pelo largo, todos muy jóvenes, con pinta de mods. Curiosamente, no estaba programado que actuaran esa noche, pero consiguen colarse. Comienzan a tocar, Alan les escucha y se queda anonadado: les firma en ese mismo instante. Son nada menos que Oasis. Y todo vuelve a empezar, pero esta vez a lo grande. Creation repunta y tiene ahora el cometido de sacar dos grandes bandas adelante: Primal Scream y Oasis. Y aquí Alan despunta también… Una noche en LA, en un concierto de los Primal, se excede bebiendo y consumiendo demasiado, y acaba en el hospital con un colapso nervioso, así que decide ingresar en rehabilitación. Esto afecta a su relación con los miembros de Primal Scream, amigos de la infancia, al no ser ya capaz de seguir su propia regla, consumir tanto como los grupos a los que firma. Ya no está al control ni de su sello ni de sus bandas. El primer álbum de Oasis, «Definitely Maybe» alcanza número 1 de álbumes en las listas del Reino Unido en septiembre de 1994. El segundo, «(What’s the Story) Morning Glory?» vende 10 millones de copias y se convierte en el disco más vendido en la década de los 90 en Inglaterra.

«This is history!» Noel Gallagher, Knebworth, agosto de 1996. Oasis tocó en la ciudad inglesa dos noches seguidas con 250.000 personas cada noche. Más de 2,6 millones de personas solicitaron entradas, convirtiéndolo en el concierto más demandado de la historia de Inglaterra hasta el momento. Foto: Jill Furmanovsky.

«This is history!» Noel Gallagher, Knebworth, agosto de 1996. Oasis tocó en la ciudad inglesa dos noches seguidas con 250.000 personas cada noche. Más de 2,6 millones de personas solicitaron entradas, convirtiéndolo en el concierto más demandado de la historia de Inglaterra hasta el momento. Foto: Jill Furmanovsky.

Pero a Alan ya no le importa. Creation ya no es aquel sello independiente que buscaba lanzar a grupos pequeños con talento para que los amantes de la música les escucharan en pubs locales. Ahora es un sello subsidiario de una multinacional que representa a uno de los grupos más importantes de la historia de Inglaterra, que tocan en conciertos multitudinarios y van en limusinas. Cuanto más grandes se hacen Oasis y los Primal, más pequeña es la ilusión de Alan de seguir trabajando por lo que empezó. Y en el año 1999, Creation cierra sus puertas.

En el momento álgido de Creation Records, Alan dijo que fueron los mejores días de su vida. Para él, las mejores bandas del momento firmaban con ellos porque los que llevaban el sello no eran ejecutivos de traje y corbata, corporativos y tensos, firmando contratos. Eran un grupo de ingleses jóvenes, con amor por la música y en busca de puro rock and roll. Y si no podía seguir haciendo eso, prefería no hacer nada. Y es que como dijo Alan: «Si hay algo que Creation Records no es, es aburrida».

La historia de Creation Records, lejos de ser la historia del fracaso, es la historia de la integridad y del verdadero rock and roll

El líder del partido laborista Tony Blair (a la izquierda) conversa con Alan McGee (en el centro) y Andy Ross en una reunión informal con los líderes de la industria de la música (2011). Foto: Kieran Doherty

El líder del partido laborista Tony Blair (a la izquierda) conversa con Alan McGee (en el centro) y Andy Ross en una reunión informal con los líderes de la industria de la música (2011). Foto: Kieran Doherty

«La gente que trabajaba en Creation ya solo se preocupaba de quién iba a tener el mejor asiento, quién ganaba más dinero y quién tenía el puesto más importante en la discográfica» (Alan McGee)

Hay quien dice que Alan podría tener ahora un imperio, uno de los sellos discográficos más importantes del mundo. Pero que, debido a las drogas, un estilo de vida auto destructivo y una mala gestión del negocio, su historia acabó en fracaso. Yo no puedo estar más en desacuerdo con esto. Alan fundó Creation Records en 1983 con un préstamo de 1.000 libras y hoy podemos decir que gracias a él existen el britpop y el rock indie inglés de los 80 y los 90. Gracias a Creation hoy podemos escuchar a bandas como Oasis, Primal Scream o My Bloody Valentine. Cuando Alan sintió que lo que hacía no respondía a una causa noble, lo dejó. Para mí, la historia de Creation Records, lejos de ser la historia del fracaso, es la historia de la integridad y del verdadero rock and roll.

A día de hoy, Alan cuenta una anécdota graciosa. Tiempo después de cerrar Creation Records (y ya trabajando para su actual sello discográfico, Poptones) Alan acude al estadio de Wembley para ver un concierto de Oasis. Antes de que empezara el concierto, tomando una cerveza, se encuentra con una antigua empleada de Creation, que ahora trabaja para un importante sello discográfico. Después de los saludos iniciales y el pertinente abrazo, la ahora exempleada de Alan le dice que no puede creer que él tenga mejores sitios que ella para ver el concierto, a lo que Alan contesta: «Perdona, ya lo siento, lo único que he hecho ha sido descubrirles». Sobre ese encuentro, Alan confiesa que «este tipo de cosas fueron precisamente las que me hicieron cerrar Creation. Al final, la gente que trabajaba allí solo se preocupaba de quién iba a tener el mejor asiento, quién ganaba más dinero y quién tenía el puesto más importante en la discográfica, cuando lo que les tenía que haber preocupado era el sello, las bandas y sobre todo, la música».

«La clave está en conocer la diferencia entre el negocio de la música, y las personas que aman la música» (Alan McGee)

Si quieren saber más sobre esta apasionante historia, no duden en leer Alan McGee and the Story of Creation Records, donde podrán conocer anécdotas como esta y más. Como dice Alan en el prólogo: «La clave está en conocer la diferencia entre el negocio de la música, y las personas que aman la música. Cuando (…) creé Poptones, de pronto volví a recordar por qué amaba la música. Este libro es sobre esta lucha. Es jodidamente gracioso, y lo que es más importante, es todo verdad». Y, añadiría yo, increíblemente inspirador y alegre.

Alan McGee. Foto: Tom Oxley/NME

Alan McGee. Foto: Tom Oxley/NME

 

[1] ^ “(…) or I’d be coming up ondrugs or coming off drugs. I’d be having visions or be signing bands. We never really adopted a business attitude probably until ‘92”. Paolo Hewitt, Alan McGee and The Story of Creation Records, 2000. Ed. Mainstream, Pág. 58.