¿Has visto alguna vez una commedia all’italiana? ¿No conoces ninguna? ¿No recomiendan ninguna en los libros y revistas que lees habitualmente? Si la respuesta a las tres preguntas es negativa, no te preocupes, pues se trata de un género sumamente desconocido en España (sobre todo entre los más jóvenes) y que, en general, ha caído en el olvido fuera de Italia. Pero seguro que conoces a Marcello Mastroianni, has visto Los inútiles (1953) de Fellini con Alberto Sordi, o te gustan los actores superdotados y con un punto de histrionismo, como Vittorio Gassman. Si disfrutaste con Atraco a las tres (Forqué, 1963), quizás debas saber que ya se había hecho (en gran parte) cinco años antes en Italia con el título I soliti ignoti (Monicelli, 1958); o si El verdugo (Berlanga, 1963) es una de tus películas favoritas, quizás te sorprendas al ver cuánto se parece a Mafioso (Lattuada, 1962; con guion de Ferreri y Azcona) o a Il boom (De Sica, 1963).

La commedia all’italiana engloba una forma de hacer comedia que observa y retrata a la sociedad italiana de las décadas del gran desarrollo económico que experimentó el país tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Se desarrolló desde finales de los años cincuenta hasta principios de los ochenta, aunque como tal, la etiqueta all’italiana se estandarizó a partir del éxito internacional de Divorzio all’italiana (Germi, 1961). Se caracteriza por una mirada sumamente cáustica y sarcástica, audaz y profunda, que pone en evidencia las fisuras, monstruosidades y miserias de una forma de entender el mundo —italiana, sí, pero fácilmente generalizable a cualquier otra sociedad occidental capitalista de tradición patriarcal y religiosa, de aquellas décadas o de ahora. Era aquella la Italia del boom económico, que resurgía de las cenizas de la guerra, en la que nacía la clase media, emergían grandes fortunas, crecían las ciudades… Muchos cambios sociales, políticos, económicos y culturales para la sociedad italiana; y ahí estaban cineastas como Monicelli, Risi, Germi o Scola, junto a guionistas de enorme talento, para darles forma fílmica, divertir y criticar el lado oscuro del nuevo progreso. Por todo ello, lograron un gran reconocimiento internacional, en Cannes, Venecia, Berlín e incluso en los Oscars. Me propongo a continuación invitar al lector a descubrir la commedia all’italiana a través de cuatro títulos esenciales del género.

 

I soliti ignoti  (M. Monicelli, 1958)

I soliti ignoti commedia all'italiana

Fotograma de ‘I soliti ignoti’

Dirigida por Mario Monicelli, fue estrenada en España con el insólito nombre de Rufufú (en Hispanoamérica lleva el título más fiel de Los desconocidos de siempre). Se trata del filme que inauguraría definitivamente esta forma distinta de hacer comedia en Italia y supone toda una carta de presentación de su director. A lo largo de su carrera, Monicelli ha manifestado su gusto por las narrativas «heroicómicas», como las han denominado historiadores como Gian Piero Brunetta. En ellas, personajes cotidianos experimentan vivencias que sacan a relucir a ojos del espectador su faceta más heroica; y a la vez, tales vivencias están cargadas de comicidad, dado que no son héroes al uso, sino figuras perfectamente reconocibles en un entorno social de clase media-baja, con rasgos manifiestos de humanidad. En I soliti ignoti, Monicelli escoge a un grupo de «muertos de hambre» romanos que deciden dar un gran golpe como ladrones y pone en imágenes su tragicómica experiencia: son tipos pobres, de carne y hueso, que pasan hambre, y que deciden emular a los grandes ladrones de los periódicos y las películas. Entre los intérpretes, destacan Totò, Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman, en un papel que desvelaría su enorme potencial como actor cómico.

Son tipos pobres, de carne y hueso, que pasan hambre, y que deciden emular a los grandes ladrones de los periódicos y las películas

Después del éxito de esta película, Monicelli retornaría con frecuencia a las narrativas heroicómicas a lo largo de su filmografía, presentando de nuevo a tipos comunes convertidos en héroes de peripecias que se les quedan grandes, como haría Berlanga en Plácido (1961) o El verdugo (1963). Monicelli revalidaría su prestigio internacional con filmes como La grande guerra (1959) o I compagni (1963). En el primero, sus héroes son dos tipos normales (Alberto Sordi y, de nuevo, Gassman) que se ven involucrados como soldados en la Primera Guerra Mundial, el mayor conflicto bélico conocido hasta la fecha. La película permite mostrar su lado más humano y divertido en un contexto de innumerables penalidades y dificultades: se trata de una estrategia creativa que podremos contemplar en filmes posteriores, como La vaquilla, también de Berlanga (1985). En I compagni, en cambio, Monicelli traslada este tipo de narrativa a las luchas obreras en el norte industrializado de Italia durante el siglo XIX.

Sin embargo, su gran obra maestra es L’armata Blancaleone (La armada Brancaleone, 1966), en la que Monicelli lleva a sus héroes tragicómicos nada menos que a la Edad Media, formando una armada de pacotilla encabezada por el caballero andante Brancaleone da Norcia (una vez más, un poderoso Gassman). Al hibridar la commedia all’italiana con la historia medieval y las narrativas caballerescas (cuyo principal referente tragicómico es el Don Quijote de Cervantes), Monicelli demuestra otra de sus grandes tendencias creativas, que es el gusto por explorar los límites de las convenciones narrativas y de género, llevando a sus personajes y/o a sus relatos hacia terrenos inexplorados de mestizaje fílmico.

 

Divorzio all’italiana  (P. Germi, 1961)

Fotograma de 'Divorzio all'italiana'

Fotograma de ‘Divorzio all’italiana’

Como he mencionado antes, la etiqueta all’italiana se estandarizó para definir el género que nos ocupa a raíz del éxito internacional de esta película (traducida al castellano como Divorcio a la italiana), que llegaría a obtener el Oscar al Mejor Guión y Globos de Oro a Mejor Película Extranjera y al Mejor Actor de Comedia, entre otros premios.

En la película, un barón siciliano en decadencia (Marcello Mastroianni) decide asesinar a su mujer para poder amar libremente a su prima adolescente (Stefania Sandrelli), dado que la ley italiana no permite el divorcio. Sin embargo, para poder tener una pena de cárcel más leve, decide preparar su asesinato como si fuera un delito de honor, es decir, provocar que su mujer le sea infiel para justificar su asesinato como un crimen pasional y así poder ser amparado por las penas menores que la ley prevé para los delitos de honor. Germi y sus guionistas facilitan que Mastroianni desarrolle uno de los personajes más importantes de su carrera: el barón de Cefalù, con su eterno tic en la boca, un tipo que resulta simpático al espectador a pesar de su patetismo.

Germi pone de relieve las problemáticas relaciones entre hombres y mujeres, y sus arcaicos e hipócritas códigos sociales

Divorzio all’italiana permite a Germi inaugurar así una serie de sátiras sociales, en las que saca a relucir de forma ácida y hasta cruel las peores consecuencias de las vetustas convenciones que regulan la sociedad, bien en términos legales, bien a nivel de género. Sus sucesivas películas ponen de relieve las problemáticas relaciones entre hombres y mujeres, y sus arcaicos e hipócritas códigos sociales. En Sedotta e abbandonatta (Seducida y abandonada, 1964), Germi vuelve al sur de Italia para evidenciar el drama que supone en un entorno fuertemente patriarcal que la hija de un patriarca ya no sea virgen antes del matrimonio. Por otro lado, en Signore e signori (Señoras y señores, 1966), se desplaza al norte del país para evidenciar que, bajo la apariencia de civilización y modernidad de sus ciudades, la hipocresía y el cinismo siguen gobernando las relaciones entre sexos. Tras ganar la Palma de Oro en Cannes con este filme, Germi va aun más lejos en L’immorale (Muchas cuerdas para un violín, 1967), donde pone sobre la mesa el tabú de la poligamia: ¿es lícito que un hombre mantenga relaciones con tres mujeres distintas si las ama sinceramente a todas ellas?

 

I mostri  (D. Risi, 1963)

Fotograma de 'I mostri'

Fotograma de ‘I mostri’

Se trata de la gran película de episodios de la commedia all’italiana, todo un referente cuyo éxito comercial haría explotar el filón de las filmes de episodios durante años. Traducida al castellano como Monstruos de hoy, I mostri muestra numerosas especies de monstruos nacidos al calor de la Italia del boom económico: gente superficial, egocéntrica o abiertamente estúpida, preocupada por naderías, cada vez más deshumanizada y embrutecida, paradójicamente, a pesar del supuesto progreso urbano y tecnológico. El filme se desarrolla a través de veinte breves episodios que funcionan de forma ágil e incisiva, como viñetas o tiras cómicas, que oscilan entre el humor físico, el humor verbal y la comicidad derivada de la planificación y la puesta en escena. Por ellos desfilan padres de familia, policías, directores de cine, soldados, diputados

(El rótulo inicial del siguiente fragmento dice: «Mata a sus cinco hijos y se atrinchera en casa»)

En I mostri, Risi pudo desarrollar su gusto por la creación de personajes y por la realización de panorámicas de la sociedad italiana en contextos históricos concretos

La película permite que tanto Vittorio Gassman como Ugo Tognazzi asuman innumerables apariencias y físicos para interpretar sus personajes y, así, exhibir su talento en múltiples caracterizaciones. Su intervención en el filme sería el espaldarazo definitivo de la carrera de Tognazzi, quien precisamente ese mismo año se erigiría en actor fetiche de Marco Ferreri. Este le proporcionaría papeles protagonistas en comedias tan negras y cáusticas (escritas junto a Rafael Azcona) como L’ape regina (La abeja reina, 1963) o La donna scimmia (Se acabó el negocio, 1964).

En cuanto a Risi, en I mostri pudo desarrollar su gusto por la creación de personajes y por la realización de panorámicas de la sociedad italiana en contextos históricos concretos. Este placer, casi antropológico, se desarrollaría asimismo en celebrados filmes como Il sorpasso (La escapada, 1962), en la que sus dos protagonistas recorren Italia aprovechando el verano, conociendo de primera mano ambientes y figuras tanto del interior rural como de las atestadas playas, en pleno fervor del boom económico. En el ámbito de la comedia de episodios, cabe destacar entre la filmografía de Risi títulos como Vedo nudo (Visiones de un italiano moderno, 1969), en la que la relajación de la censura permite un aumento del erotismo, así como I nuovi mostri (Que viva Italia, 1977). En este filme, Risi alterna la dirección de episodios con Monicelli y Scola y trata de actualizar el elenco de monstruos de la sociedad italiana que se recogieron en I mostri. Sin embargo, el resultado es tan negro e incómodo en ocasiones que la carcajada se atraganta: la Italia de los setenta, alterada por el terrorismo, la exacerbación del consumo y el nacimiento de las televisiones privadas, produce monstruos realmente siniestros. Al respecto, cabe destacar que la RAI censuró algunos fragmentos en sus pases televisivos, y por ello, a día de hoy, existen tres montajes distintos de la película. Sirva como ejemplo de ello el siguiente episodio, Senza parole (Sin palabras):

 

C’eravamo tanto amati  (E. Scola, 1974)

Fotograma de 'C'eravamo tanto amati'

Fotograma de ‘C’eravamo tanto amati’

Traducida al castellano como Una mujer y tres hombres, o bien de forma más acertada como Nos habíamos querido tanto, la película sirvió de base a la posterior trayectoria de Ettore Scola como director reconocido a nivel internacional, participando en filmes tan importantes como Il sorpasso (Dino Risi, 1962) o Io la conoscevo bene (Antonio Pietrangeli, 1965).

Scola apuesta por utilizar diversas estrategias audiovisuales con las que activar la memoria emocional del espectador a la vez que le hace empatizar con sus personajes

Tras filmar varias comedias de irregular repercusión, Scola apuesta en C’eravamo tanto amati por contar las vidas de tres amigos y una mujer desde los años cuarenta hasta los años setenta. El director interrelaciona tres décadas de vivencias personales de sus personajes con los hitos de la historia reciente de Italia: la resistencia antifascista durante la Segunda Guerra Mundial, el establecimiento de la democracia, la llegada del neorrealismo al cine, la aparición del cine de Fellini y Antonioni… Veinte años antes de la archiconocida Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), Scola apuesta por utilizar diversas estrategias audiovisuales con las que activar la memoria emocional del espectador a la vez que le hace empatizar con sus personajes: utiliza el blanco y negro para filmar los años cuarenta, intercala metraje de archivo, introduce fragmentos de películas como Ladrón de bicicletas (Vittorio De Sica, 1948), así como hace que dos de sus protagonistas se encuentren en la mismísima Fontana de Trevi mientras Fellini y Mastroianni (haciendo un memorable cameo) ruedan la famosa escena de La dolce vita (1960) en la que Anita Ekberg se baña en ella de noche. El paso del tiempo aleja y separa a los cuatro amigos y va llevando sus existencias hacia direcciones diversas, entre las cuales está el dilema entre abandonar los viejos ideales y ambiciones de juventud o bien persistir en ellos. Vittorio Gassman, Nino Manfredi, Stefano Satta Flores y Stefania Sandrelli encarnan a los protagonistas del filme, un paradigmático ejemplo de los virajes que dará la commedia all’italiana durante los años setenta.

Se trata de una década en la cual el género va adquiriendo progresivamente un tono más crepuscular y sus narrativas se permean de humor más negro o bien de otras corrientes fílmicas, como se puede apreciar en Amici miei (1975), Un borghese piccolo piccolo (1977), ambas de Monicelli, o la ya citada I nuovi mostri. El cine de Scola destaca por establecer diversos hitos en los que la commedia all’italiana deriva hacia el cine de autor más puro, tal y como se entiende a nivel internacional. Destacan al respecto Una giornata particolare (Una jornada particular, 1978), narración del encuentro entre dos almas solitarias (un ama de casa frustrada y un homosexual atormentado) durante un día en la Italia de Mussolini, o bien La terrazza (La terraza, 1980), donde el director reúne a Vittorio Gassman, Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni, entre otros destacados intérpretes, y pone a sus personajes a hacer balance de sus vidas al llegar a la madurez. Existe cierto consenso crítico en considerar este filme el punto y final de la commedia all’italiana, junto a Il marchese del Grillo (Monicelli, 1981) y Amici miei. Atto II (Monicelli, 1982). Después de ese momento, Scola sigue apostando por explorar intensas relaciones humanas en unidades espaciales cada vez más pequeñas y periodos históricos bastante amplios, llegando a firmar obras tan notables como La famiglia (La familia, 1987).

 

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta el notable éxito comercial y crítico de que gozó este género dentro y fuera de Italia durante décadas, cabe preguntarse: ¿por qué no tiene mayor reconocimiento actualmente? Pueden barajarse al respecto diversas razones. Por un lado, directores como Monicelli, Risi o Germi han quedado sepultados en cuanto a reconocimiento internacional por el prestigio crítico de numerosos cineastas italianos coetáneos (Rossellini, Visconti, De Sica, Fellini, Antonioni, Pasolini, Bertolucci,…). Por otro, los libros para aficionados que establecen cánones de «mejores películas de la historia del cine» ignoran sistemáticamente la commedia all’italiana, y por tanto este perfil de lector difícilmente puede conocerla. Asimismo, las principales revistas críticas occidentales se han olvidado de estas películas, pues no casan con su tendencia al elitismo estético, su desprecio por la cultura popular y su culto a la personalidad del autor (la commedia all’italiana es un cine directo y efectivo para el gran público que depende del trabajo en común de directores, varios guionistas y actores carismáticos). Y por último, la disponibilidad de versiones en DVD y Blu-Ray de estas películas en España es escasa, a veces se comercializan en ediciones poco cuidadas o bien los filmes tienen títulos de distribución insólitos y dispares respecto a sus originales.

Si el lector está animado a superar tales escollos, así como la barrera del desconocimiento en nuestro país de este interesante género, tiene garantizado cine de autor y entretenimiento de calidad en las películas de directores como Monicelli, Germi, Risi y Scola, las cuales marcaron toda una época cinematográfica.