¿Se puede hablar de la periferia «desde el centro»? Esta era la pregunta que los fotógrafos Borja Larrondo (1987) y Diego Sánchez (1989) se plantearon cuando se les propuso exponer su trabajo en el centro cultural CentroCentro, situado en la misma sede del Ayuntamiento de Madrid. La exposición «La même indifférence», que se puede visitar hasta el 14 de enero de 2018, está dedicada a su proyecto Aquellos Que Esperan, al que han dedicado gran parte de los últimos cinco años. Este engloba toda una serie de experiencias recogidas en múltiples formatos —fotos, vídeos, libros, textos—, que documentan la vida en la periferia de grandes urbes como Madrid y París y analizan el impacto sociocultural de los grandes planes urbanísticos y arquitectónicos de las décadas de 1950 y 1960 en estas zonas.
Principalmente a través de la fotografía, Larrondo y Sánchez se sumergen en los barrios de Orcasur, en Madrid, y La Courneuve, en París con una mirada crítica, curiosa, cercana y a veces azarosa. Con el simple objetivo de retratar las luces y sombras de unas zonas que generalmente son vistas como conflictivas, invitan al visitante (y a la administración del propio Ayuntamiento donde exponen) a sumarse a un diálogo complejo: ¿qué hay de cierto en lo que muestra la televisión sobre estos barrios aparentemente peligrosos? ¿Cómo reciben sus propios habitantes estos estereotipos? ¿Hasta qué punto la forma en que se organizan las calles y viviendas en las que habitamos determinan nuestro modo de comportarnos en ellas? ¿Qué es la identidad de barrio, y cuánto de esa identidad está sometida a la imagen que de ella dan los medios?
Este proyecto se compone principalmente de dos fases. Una primera desarrollada en Orcasur (Madrid) de 2012 hasta 2015, titulada «Así nace la espera», y que culminó en una exposición en las sedes del Caixaforum en Madrid y Zaragoza gracias a la beca FotoPres “la Caixa». Y una segunda fase realizada en La Courneuve (París) desde finales de 2015 hasta marzo de 2016 y titulada «La même indifférence», cuyo resultado pudo verse en el CentQuatre 104 de París en el Festival Circulations.
La même indifférence es una exposición fotográfica comisariada por Sandra Maunac, incluida dentro de Tándem París-Madrid, un programa anual en el que París tiende puentes culturales con otras ciudades del mundo. La muestra cuenta con la colaboración de Koln St. (Daniel Fuente y Pablo Mariné) y de la plataforma Urbiquity (Stefano Carnelli, Pablo Conejo y Mattias Malk).
Contadnos un poco sobre los inicios del proyecto… ¿Cómo empieza Aquellos Que Esperan, allá por 2012?
BORJA: Inicialmente no había demasiada pretensión de hacer un proyecto como el que ahora exponemos. Nosotros estábamos estudiando el máster de fotografía documental en EFTI y teníamos que hacer un proyecto final…
DIEGO: …Cada uno veníamos de un contexto diferente cuando empezamos el curso. Borja quería ser un fotógrafo al estilo de National Geographic, descubriendo civilizaciones extremas, o un reportero de guerra. Yo en cambio disparaba impulsivamente mi día a día, sin pensar más allá de mis inquietudes, sin un discurso concreto ni referencias. Fue entonces que, para un ejercicio del máster, decidimos plantarnos en Orcasur después de ver un reportaje sobre el barrio, que nos pareció una mierda y penencsamos, «esto lo podemos hacer nosotros mejor». Y al final hubo una mezcla de todo, entre el reportero de guerra, descubrir una realidad oculta y lo que veíamos en los medios, pensamos: ahí hay chicha. Y cuando llegamos ahí, nos hicimos caca (risas).
BORJA: Al principio fuimos allí porque el barrio tenía todos los alicientes para hacer un reportaje que remitiera a esa iconografía de drogas y violencia que nos venden constantemente en los medios y que necesita ser retratada y cuestionada. Igual que íbamos a las manifestaciones a tirar fotos para documentar todo aquello. Pero luego el proyecto dio mucho más de sí y descubrimos una realidad más compleja.
¿Teníais alguna relación previa con Orcasur? ¿Cómo os introdujisteis en el barrio?
DIEGO: Yo soy de Asturias y no tenía ni idea de qué era Orcasur, hasta que lo miré un día en Google y aquello se mostraba como si fuera la jungla.
BORJA: Yo me crié cerca de Orcasur, había ido de chaval al campo de rugby pero no tenía ningún contacto ahí. Pensamos que la mejor forma de entrar sería a través de alguna asociación que trabajara en el barrio. Fue así como conocimos El Pato Amarillo, que está muy ligada a la historia del barrio. La fundó una señora que se llama Pilar y al morir su hijo por drogadicción decidió unirse en el grupo «Madres contra la droga».
Después de varios años en Orcasur decidisteis ir a París con la idea de investigar sobre los orígenes del urbanismo moderno de la periferia, pero en este caso no conocíais el entorno ni el idioma. ¿Os dejaron circular libremente e indagar en la historia del barrio La Courneuve?
DIEGO: Cuando queríamos investigar sobre el urbanismo en la periferia de París, en archivos de bibliotecas o haciendo entrevistas, nos decían que «la Ciudad de los 4.000 ya no existe». Quieren borrar el pasado. Nos preguntaban: ¿vais a utilizar el archivo para remover el pasado o vais a ser constructivos?
Fue entonces cuando empezasteis a utilizar la fotografía como elemento de investigación más que de retrato.
BORJA: Nosotros cuando llegamos allí no sabíamos francés y teníamos que empezar un proyecto con la gente de allí. Con la cámara es más complejo sumergirte en una comunidad que tiene este estigma y además vive con un miedo brutal a lo mediático, con miedo a que les metas en algún lío político. Lo único que teníamos para presentarnos y convencerles era el libro de Vol. 1 Así nace la espera y los chicos lo miraban y se reían, viéndose totalmente reflejados en los retratos de Orcasur. «Mira, la moto quemada, como esta de aquí. Y este perro es como el mío… También hay gallos por la calle…». Teníamos que decirles que no éramos fotógrafos de la prensa ni de la policía, y cuando veían el libro ya se lo creían.
DIEGO: Una de las cosas que hicimos para acercarnos a la gente fue plantar una cámara de placas en medio de una manifestación que se montó cuando Hollande visitó La Courneuve. Y al día siguiente todo el mundo nos conocía como «los de la cámara enorme», y venían a preguntarnos por qué seguíamos aquí si ya había pasado lo que querían retratar los medios. Con este aparato y con el libro del Vol. 1 al lado, nos tomaban más en serio, aunque no hiciéramos ninguna foto. Era puro show.
¿Cómo os introdujisteis en el barrio?
BORJA: No queríamos utilizar a la administración o a un organismo gubernamental. La primera vez que entramos en La Courneuve fue a través de colegios, asociaciones…. Paseábamos todos los días, veíamos una asociación, tocábamos la puerta, nos presentábamos, les explicábamos el proyecto…
DIEGO: Ese mensaje de «qué hacemos» se modula en función de dónde estés. Si vas a una asociación de mujeres árabes, al final de lo que hablábamos con ellas era de las dinámicas diarias de la gente, de su vida cotidiana. Y además, como muchas de esas mujeres eran madres de los niños de los colegios, el conocerlas nos abría la puerta para después ir al colegio y hablar con los más jóvenes…
¿Y todo eso lo ibais documentando?
DIEGO: Sí, de hecho en la exposición hay una parte en la que mostramos algunos de los ejercicios que hicimos para relacionarnos con la gente del barrio. Por ejemplo, pintábamos un muro blanco para que posaran uno a uno y les hacíamos retratos. Era una excusa para interactuar con ellos. O les pedíamos a los niños que dibujasen sus casas, o nos acercábamos a un urbanista que está mapeando el barrio, o nos íbamos un tiempo a vivir a una casa en Orcasur para vivirlo desde dentro.
Igual nada de esto tiene tanto valor fotográfico, pero nos ayuda a sacar conclusiones y saber si estás dando los pasos correctos. Luego cuando te sientas a editar las fotos, tienes en mente todo este bagaje y experiencia previa, y es un poco lo que te ayuda a intentar crear algo claro, dirigido y coherente. En el caso de la asociación de mujeres, por ejemplo, estuvimos cuatro veces. Les preguntamos si podíamos cocinar con ellas, por ejemplo una tortilla de patatas española, pero nos dijeron que ellas también hacen tortilla de patata en sus países, así que tampoco fue muy especial (risas). En este caso no sacamos un material definitivo que hayamos podido utilizar en la exposición, pero todo forma parte del proceso.
BORJA: Al final las fotos son muy cotidianas, y hay alguna que es tan cotidiana que para mucha gente pierde todo el valor; sin embargo, para otra, cuando le explicas el tema, adquiere todo el sentido que esté ahí. Es ese punto de cotidianeidad el que vamos persiguiendo todo el rato.
A veces nos parece que la periferia y el centro están muy lejos, pero la realidad es que está más cerca de lo que nos creemos.
DIEGO: Es verdad. Si le preguntas a uno que vive en el centro de Madrid si sabe llegar a Orcasur pensará que está lejísimos (y al revés). Hay más distancia psicológica que física.
BORJA: Hablando de estas distancias «subjetivas» es curioso cómo en La Courneuve veían más relación con alguien de la periferia de Madrid que con alguien del centro de París. Es decir, que entre periferias hay un vínculo, al igual que existe entre los centros urbanos de distintos lugares del mundo. Una de las cosas que nos invita a ir a París es cuestionar y descubrir el urbanismo de estas zonas periféricas, y cómo afecta a los que viven dentro. Es fácil identificar un patrón en aquellas urbanizaciones que empiezan un proceso ascendente hasta que todo se para, hay como un eslabón perdido donde todo se viene abajo y todas estas zonas entran en decadencia. Todas las zonas verdes y estanques que hemos visto tanto en Orcasur como en La Courneuve se proyectaron para el disfrute de sus ciudadanos, pero en realidad ahora son un desierto incruzable. De alguna forma son métodos de aislamiento social y urbano.
Cuando posan para una cámara a veces se sienten orgullosos de mostrar su cara como si fueran un matón de una película. A veces lo son y a veces no
En todo este proceso de acercamiento a realidades distintas seguramente haya muchos prejuicios por todos lados. ¿Cómo fue para vosotros ese proceso?
BORJA: En el Vol. 1 nos enfrentamos mucho a este asunto, por lo que decidimos hacer un gran dosier que nos ayudara a ordenar nuestras ideas. Ahí empezamos, por ejemplo, a ficcionar algunas fotografías para jugar con la percepción que ya teníamos y construir otro discurso, como hicimos en el librito del Burger King, dentro del Vol.1. Cambiamos y forzamos los códigos visuales para que todo el mundo identificara esa oscuridad y esos coches esperando en la calle con violencia y con algo turbio, aunque en realidad no estuviera pasando absolutamente nada. Era gente esperando su hamburguesa en el coche. Empezamos a trabajar viendo cómo se habla de estas zonas y por qué, y esto es precisamente lo que se cuenta en la primera parte de la exposición actual en CentroCentro. En esa primera sala oscura comienza un viaje del centro a la periferia, donde lo vemos todo con esa mirada ligada a un lenguaje más mediático, desde la violencia hasta la presencia policial…
DIEGO: Por otro lado, también está la visión que tiene el que vive ahí, la representación de su hogar. Ellos caen también en esos prejuicios, y el que tiene una mirada un poco crítica sobre su propio barrio y no acepta esas imágenes preconcebidas, desde fuera y desde dentro, verá muchas contradicciones.
BORJA: Las poses que hay en los retratos son las que ellos quieren mostrar. Hay mucho show también. A veces se sienten orgullosos de mostrar su cara como si fueran un matón de una película. A veces lo son y a veces no.
En las fotos se ve reflejado ese orgullo de pertenencia al barrio.
BORJA: En París la periferia cambia mucho más que en Madrid, y los habitantes están en contra de las demoliciones. Aunque esté hecha una mierda, quieren vivir ahí. Es el amor-odio a esos barrios. El barrio es lo único que les identifica. Muchos de ellos son jóvenes inmigrantes de segunda o tercera generación que se sienten desarraigados de la antigua colonia francesa de la que vienen sus padres y también de un Estado central que les considera ciudadanos de segunda clase y no franceses. Sus símbolos de identidad son el rap, el verlan y sus variantes según la zona de la que vienen, lo que utilizan para generar una cohesión entre cités. El amor-odio viene un poco de ahí: no pertenezco a ningún lado, solo a La Courneuve, a la Cité des 4000, y en el momento en que derriban mi edificio derriban mi memoria, me lo quitan todo, no pertenezco a ningún sitio.
DIEGO: El problema con la vivienda social es que un día el Estado te concede el derecho a quedarte a vivir ahí pero otro día deciden reubicarte y derribar el edificio, y te quedas sin nada.
BORJA: Lo que les genera esto es que nacen en una situación de indefensión hacia los retos de la ciudad moderna. Allí en Francia, tu código postal te permite acceder a un tipo de trabajo u otro, al igual que tu apellido o la forma de hablar. La única manera de vivir en sociedad en estos no-lugares sin identidad es a través de esta gestión de símbolos y comunidades de amigos.
Debido a ello, desde dentro a veces también se trata de dar una visión particularmente positiva de estos barrios. ¿Cuál es la visión que queréis dar?
BORJA: No es que queramos mostrar una única visión. A mí me parece poco realista la visión positiva que a veces desde las asociaciones se trata de presentar. Esto es lo que es, y tiene luces y tiene sombras. De hecho cuando se presentó el libro Vol. 1, una persona de Orcasur decía: «me puede gustar más o menos la estética, puedo estar más o menos de acuerdo, pero esto es lo que hay cuando vas por la calle». Y no hay más que esto.
DIEGO: Cada uno puede tener una conclusión propia, aunque todo lo que mostramos está bastante consensuado entre los dos y la gente que colaboró con nosotros, desde los diseñadores de Koln Studio hasta Urbiquity o la comisaria Sandra Maunac. Al final, intentamos que lo que se expone sea un punto intermedio entre todas nuestras visiones.
BORJA: Tratamos de hacer un mapeo a través de microhistorias, micronarraciones, ficcionadas o no ficcionadas, unas que sean más subjetivas, otras que sean de observación, otras que inviten a que el propio ciudadano participe… Como cuando les pedimos a los niños de La Courneuve que dibujasen sus casas y veías reflejadas mil percepciones distintas… Al final es generar un archivo a lo big data de información sobre diferentes zonas, para que cada uno saque sus propias conclusiones, algo más abierto a la reflexión.
El hecho de venir al Ayuntamiento a montar la exposición para nosotros también es enfrentar a la propia administración con este problema
Después de varios años de trabajo, además de esta tercera exposición en CentroCentro, habéis publicado dos libros, se han generado textos más teóricos, debates con expertos, una web que invita a perderse en unas imágenes para luego entenderlas mejor… ¿Cómo habéis enfocado tantas líneas de trabajo en una sola exposición?
DIEGO: Para nosotros el proceso de diseño empieza después de conocer el espacio: nunca planteamos una exposición que sirva para otro sitio. Igual esto en otra sala no funciona. Esta en particular tiene mucha luz y está ubicada en un centro muy institucional, donde tampoco podíamos intervenir mucho.
BORJA: Por ejemplo, hay proyectos como Sochi Project que tienen un sistema de exposición dividido por zonas, pensado para alquilar ciertas zonas y replicarlas en distintos sitios tal cual. Es una factoría de hacer exposiciones, con material barato y un concepto modular. Quizá nos deberíamos empezar a plantear cosas así… (risas) Nosotros hacemos lo contrario, empezamos por la experiencia del usuario en un espacio concreto, no al revés. Otro de nuestros problemas (o no) es que vamos cambiando de parecer y de conclusiones de una exposición a otra, incluso dentro del mismo proceso de montaje. Esto nos impide vender un concepto de exposición cerrado, acompañado de unas fotos, un libro, un vídeo, etc.
DIEGO: Lo interesante es que además esta invitación viene de una carta blanca por parte de CentroCentro, algo un poco raro en este mundo, ya que a título personal no nos conocían. Podíamos poner lo que nos diera la gana. Es interesante esa apertura de mente desde la propia administración. Esto luego puede producir un cambio real, que la gente reflexione y haga algo, o quizá no, pero hay una voluntad de abrir la puerta a ideas nuevas, a nuevas formas de expresión que hablen de estos problemas y a la vez que inviten a reflexionar. Y el que quiera profundizar, puede coger el cercanías e irse a hacer una visita a Orcasur, que está ahí al lado…
BORJA: Inicialmente teníamos dudas de lo que era exponer en CentroCentro, de si se podía hablar de la periferia «desde el centro»…
DIEGO: También nos pasó en la primera fase del proyecto en Orcasur, que se financió con la beca FotoPres de la Caixa y mucha gente dijo que no sabía si es lo más correcto que la Caixa financiase esto, en el auge de los desahucios de La Caixa en Orcasur…
BORJA: Lo que vemos es que muchas veces toda esta autocrítica afianza una serie de ideas dentro de nosotros sobre por qué hacemos esto… Vivimos en un sistema que funciona de una determinada manera, y hay que navegar por él para cambiarlo. Para difundir lo que ocurre hace falta entrar en ciertos circuitos —que puede que sean más o menos éticos, pero te permiten esa difusión—. Y precisamente el hecho de venir al Ayuntamiento a montar la exposición para nosotros también es enfrentar a la propia administración con este problema.
El hecho de que un proyecto trabajado desde la periferia acabe en CentroCentro nos recuerda a esa escena en La Haine cuando los protagonistas van a una galería de arte: dos mundos confluyen de repente. ¿Las personas que aparecen retratadas tienen interés en visitar la exposición o no se sienten apeladas?
BORJA: En la inauguración, por ejemplo, vino una señora cuyo hijo se había muerto por sida y todo esto le pareció una dignificación de la vida de su hijo, al ver cómo un personaje valorado socialmente como un delincuente de repente lo tienes en una pared blanca, con gente que analiza su situación e intenta descubrir qué hay detrás de esa vida estigmatizada y oscura. Para una visitante como esta, una simple foto se convierte en un símbolo de lo que suponen todas estas vidas perdidas. Pero otras veces se percibe mal. En Bruselas hicimos una exposición en el propio barrio, con carteles y murales de 3 o 4 metros, y hubo murales que no duraron ni un día, los arrancaron. En parte, creemos que el error fue que faltaba texto, el contexto de todo el proyecto. Poco a poco te vas dando cuenta de cuáles son las cosas que no se están comprendiendo y cuáles sí. Son experimentos e intentamos aprender sobre la marcha de cada uno.
Nosotros al final somos gestores de este archivo que hemos iniciado, pero cada vez nos interesa más incorporar otras voces al discurso
En realidad vosotros habláis un poco desde una posición casi de «extranjeros» de ambas zonas, ¿no?
BORJA: Totalmente. Hablamos desde la experiencia propia, y por eso a veces nos cuestionamos unas cosas u otras, y queremos compartir eso con el visitante. Quizá dentro de tres años, veremos estas fotos o esta propuesta expositiva y ya no tendremos nada que ver con todo lo que hemos volcado aquí. Hasta ahora mismo nos retroalimentamos entre nosotros, pero cada vez que hablamos de estos problemas sociales con alguien, todo puede mutar y cambiar en otra dirección.
Además es un proyecto que toca varias disciplinas. Urbanismo, sociología, crítica de arte, fotografía, arquitectura, etc. Cuando quieres abordar algo complejo, te faltan herramientas.
DIEGO: Nos gusta mucho hablar con gente que es más experta en estas disciplinas, que tengan una postura un poco crítica con todo esto. Y es interesante porque es difícil que te atrevas a cambiar de opinión sobre algo que has vivido en tus propias carnes. Ese enfrentamiento de visiones nos fue enriqueciendo. Hablar con Urbiquity, que tienen una visión más académica, nos dio un punto de vista completamente distinto, pero complementario. Y por eso está aquí junto a las fotos. Lo otro sería muy ególatra, pensar que alguien tiene una verdad universal sobre algo. Además hay veces que la foto más representativa de algo no la puedes hacer, y te la traes en tu cabeza y eso se puede expresar de otra manera. También por eso a veces hemos ficcionado ciertas cosas, para comunicar una sensación que realmente estuvo ahí, o hemos acompañado de textos ciertas imágenes.
BORJA: Nosotros al final somos gestores de este archivo que hemos iniciado, pero cada vez nos interesa más incorporar otras voces al discurso. Siempre lo dijimos desde el inicio, que era un proyecto con ánimo de ser colaborativo, pero hasta esta exposición no había habido una colaboración tan clara con otros colectivos. Porque para entender una realidad tan compleja no hay nadie mejor que los propios urbanistas para dar su visión y cambiar la realidad, o los propios habitantes de las periferias que pueden coger una cámara y reflejar su vida…
* Foto de portada: Vista de Saint Denis desde la Torre Leclerc, en Cité de 4000, La Courneuve. Fotografía del Vol. 2 «La même indifférence»